HISTORIAS DE FAMILIA
ESCENA 1
Living comedor de una casa de familia de clase media. La madre protesta mientras recoge ropas tiradas, papeles y pone las sillas arriba de la mesa, dispuesta a pasar un trapo. Llega el padre visiblemente cansado pero con la alegría de haber regresado a su casa y reunirse en “paz” con su familia. Trae una caja de bombones y un ramito de jazmines escondidos detrás de la espalda.
Padre: ¡Hola mi amor! ¡Llegó tu maridito con sorpresa y todo!
Madre: ¡Ay no pises ahí! ¿No te das cuenta que estoy limpiando?
Padre: (Confundido) Perdoname yo..
Madre: (Casi sin mirarlo) Pero no te quedes ahí parado como una estatua, pasá de una vez.
Padre: (seductor) ¿Qué le traje a mi princesa?
Madre: ¿Princesa? ¡Con esta facha!
Padre: (Insinuante) ¡Bomboncitos para mi reina!
Madre: ¿Bombones? ¡Con lo que engordan! ¡Lo hacés a propósito no?!
Padre: Pero si estás hermosa, un bomboncito, que te hace, el resto me los como yo
Madre: No te digo, sos un EGOÍSTA
Padre: (Armándose de paciencia) ¿Qué me contás de estos jazmines?
Madre: (lo mira asombrada) ¿Flores? ¿Bombones? ¿Qué anduviste haciendo Julio? O mejor dicho ¿Qué pretendés hacer?
Padre: (Con picardía) Y qué te parece si nos dormimos una siestita?
Madre: ¡Haceme el favor! ¿Tenés idea de todo lo que tengo por hacer?
Padre: ¡Vamos yo te ayudo después..dale hoy es sábado..
Madre: ¡Qué vas a ayudar! A ensuciar ayudás vos nada más! Además en cualquier momento llegan los chicos y ya sabés que
Padre: (interrumpiéndola) ¡Los chicos! ¿Dónde están?
Madre: Traé que las pongo en agua (le quita las flores y sale)
Padre: (se sienta y abre el diario que está sobre la mesa, abre la caja de bombones y se come uno.) Mi vida, ¿ no te hacés unos mates?
Madre: (Regesa con un mate en la mano y un termo en la otra) ¡Mirá si te conoceré!
Padre: ¡Esa es mi mujer! ¿No te merecés unos bomboncitos? Comete este está buenísimo.
Madre (resignada) Está bién pero uno solo
Padre: Dale golosa si después te comés la caja..yo también te conozco. Sentate un ratito no seas mala
Madre: (Casi sin resistirse) Un ratito, tengo que planchar. Mañana no quiero estar corriendo. Esto de trabajar y hacer todas las cosas de la casa es un loquero, Tenía razón mi abuelita.
Padre (Hojeando el diario) ¿Qué decía la nona?
Madre: Que la libración femenina la habían inventado los hombres
Padre: (haciéndose el desentendido) ¿Los chicos?
Madre: Federico está en un partido y Verónica se fue a la casa de una compañera a terminar un trabajo para la facultad.
ESCENA 2 (DICHOS Y FEDERICO)
Entra Federico, un adolescente de unos quince años. Viste una camiseta de rugby, viene muy acalorado pero contento. Entra a los saltos
FEDE: ¡¡¡Ganamo!!! ¡¡¡Ganamo!!!
La madre y el padre lo reciben de pie. FEDE se acerca y abraza a su mamá.
FEDE: ¡Pasamos a la final! ¡Pasamos a la final!
La madre hace mutis visiblemente contenta.
Padre: ¡Ese es mi hijo! ¡Sos un tigre!!!! Venga un abrazo de hombre a hombre!!!
FEDE: No sabés viejo los hicimos puré
Padre: Así se hace duro con ellos, así se hace venga otro abrazo y anda date un buen baño que lo estás necesitando hijito..
FEDE : Sí viejo, igual me iba a bañar porque pensamos salir a festejar con los muchachos, pensamos irnos a bailar a Ramos
Padre: ¿Ramos? ¿En la provincia?
FEDE (sacándose la camiseta y dejándose caer en una silla. ) Sí viejo, dónde va a ser?
Padre: ¿Sos loco? Con todas las cosas que están pasando..por qué no van a un boliche del barrio. ¿Cómo se van a ir hasta allá?
FEDE ¡Nos lleva la madre de Santiago1 ¿Cuál es el problema?
Entra la madre con una toalla, unas ojotas, y ropa limpia.
Padre: De ninguna manera, vos a la provincia no vas.
FEDE ¿Mami lo escuchas?
Madre (Intercediendo) Van todos, y los lleva una mamá en la camioneta ¿qué le puede pasar?
Padre: ¿Vos vivis en un frasco de mayonesa? ¿No lees los diarios? ¿No sabés lo que pasa?
FEDE : Mucho de hombre a hombre, mucho de hombre a hombre pero me tratás como a un nenito. ¿Dale pa?
Padre: Dije que no y no hay más que hablar. Te das una ducha y te acostás.
FEDE ¿Qué??? Lo único que falta que me mandés a la cama sin comer, que te pensás te quedaste en los tiempos del abuelo
Padre: A mi no me conteste
FEDE sale corriendo y protestando.
Madre: Sos injusto. Vos te olvidás las cosas que hacías a su edad?
Padre: No podés comparar los peligros…
Madre: No digas pavadas, como si la década del 70 hubiese sido un paraíso. Inseguridad y problemas hubo siempre.
Padre: Era distinto
Madre: Pensalo Julio, tiene quince años y no ocho. No lo podés tratar como un hombtre a veces y como un bebé otras, hablá con él, no le grites, no des órdenes como hacía tu papá. No tenés por qué repetir el modelo, podés intentar ser otra clase de padre. Pensalo. Vos no eras ningún santo.
Padre: (Se rie. Se acerca a su mujer y la abraza desde atrás)
En eso tenés razón, santo no era. ¿Pero vos sabés lo que son los pibes ahora? ¡Toman como esponjas! Nosotros no éramos así
Madre: (Divertida más que enojada) ¿Te acordás cómo te conocí?
domingo, 22 de junio de 2008
martes, 17 de junio de 2008
TALLER DE TEATRO
Escena II
Se pasea en bata por el escenario, llama a diferentes amigos pero ninguno parece estar en la casa.
Mujer: ¡Hola! ¿Cecilia? ¿Qué hacés esta noche? ¡Ahhhhhhhhhh, bueno, no, nada. No, no te preocupes, que no estoy sola te digo, ¿Programa? ¡Un programa bárbaro! ¡Qué sí mujer! Que te diviertas…
Marca otra vez.
Hola! ¿José María? ¿Qué hacés? ¡ Estás saliendo?! Vos siempre tan pasiandero, bueno, no, nada. No, no te preocupes, que no estoy sola te digo, ¿Programa? ¡Un programa bárbaro! ¡Qué sí, hombre! Que te diviertas…
Vuelve a marcar el teléfono esta vez visiblemente nerviosa. Habla sola
-¿Será posible? Todos los sábados lo mismo en esta gran ciudad, mucha gente, mucha gente, pero todos ocupados, al final es lo mismo que estar en una isla rodeada de tiburones, qué digo tiburones, de ostras, eso es de ostras solitarias y cerradas herméticamente. Mientras tanto busca en una agenda
-¡Silvita! Ella siempre está dispuesta, mi amiga del alma. Veamos, veamos…
¿Está Silvita? ¿No? Pero como…¿Qué se fue al campo? Pero..No me dijo nada, sí, sí, tiene razón, bueno, no, nada, después la llamo.
Mirando al público:
¡¿Y ahora qué hago?! A mí me agarra un ataque. Ya está, salto por la ventana, adiós mundo cruel…bueno, si salto me voy a desparramar toda, qué antiestético, mejor pastillas para dormir y muero como una diva, a lo Marilyn…Pero están las cosas todas tiradas, qué va a decir la gente, mejor acomodo un poco.
Limpia, ordena.
Bueno ahora me toca a mí, veamos.
Se peina, se maquilla, se quita la bata, debajo luce ropa sexy, se mira en un espejo grande, se contempla, sonrie.
-¡Perfecta! No, falta el perfume…
Se perfuma y rocía el ambiente.Saca de la cartera un frasco de pastillas, trae un vaso de agua. Mira al público.
-Con el estómago vacío me van a caer mal, mejor me pido una pizza.
Llama
-¿Hola Popeye? Sí quería una grande de muzza…y tres empanaditas de carne, y…un flancito…no, no, bueno dale una cervecita. Te das cuenta que sos una gorda, bueno, es mi última cena, qué tanto… voy a hacer una nota, mi nota póstuma, a dónde hay una lapicera, siempre lo mismo.
Busca sin desordenar, se pone más perfume.
Tocan el timbre. Se mira en el espejo, se vuelve a pintar la boca. Aparece un joven que trae el pedido, el joven trae la pizza en una mano y el casco de la moto en la otra.
Novia de David - ¿Está Martín?
Jefe: - No, no está
Novia de David: -Yo necesito... Estoy apurada, mejor dicho de ses pe ra da
Jefe: -Pero, señorita, no está
Novia de David: -¡Qué lío!
Jefe: -¿No quiere esperar?
Novia de David (Cada vez más nerviosa y molesta, se rasca, manifiesta una conducta extraña) -Es que es muy urgente..
Jefe (muy amable) Desearía hacer algo por usted, bueno, pase. Póngase cómoda.
Novia de David: (Entra y se acuesta en la sala de espera, el Jefe se sorprende. Se produce un silencio incómodo durante unos segundos, luego casi en un grito desesperada va a preguntar) -¿Va a tardar mucho?
Jefe (Algo molesto, la observa extrañado) -No sé.
Novia de David (Cada vez más molesta) -¿No tiene idea?
Jefe (que está perdiendo la paciencia) -¿de qué?
Novia de David (le habla como si el jefe fuese un tonto, como burlándose )-De cuándo va a venir. De cuando va a estar.
El jefe (ostensiblemente molesto) -¡Qué se yo!...Dentro de un rato.
Novia de David (Suplicante) -¿Mucho rato?
Jefe (Seco, cortante) -No tiene hora.
La novia de David (Sentándose) -Bueno, voy a esperar.
Jefe (Aliviado) - Es lo mejor que puede hacer.
Novia de David: (Otra vez desesperada) -¿y si no viene?
Jefe (tratando de tranquilizarla) No, venir, viene
Novia de David (Desconfiada) -¿seguro?
Jefe (Remarcando las palabras) -Seguro. Pero... que nerviosa esta’…
La novia de David (saca una foto de la cartera y la rompe en pedacitos) - Como para no estarlo.
Jefe: (Extrañado) -¿Es tan urgente?
Novia de David: ¡¡¡¡Urgentísimo!!!
Jefe: (Alegre y con grandes gestos)Ahí viene.
La novia de David (a Martín) ¿Usted es la persona que le salvó la vida a David?
Martín (orgulloso) Él mismo…
Novia de David: Explíqueme por qué lo hizo…
Martín (convencido) – Es parte de mi trabajo, usted ya sabe este es un centro de ayuda al suicida
Novia de David: (amenazante) ¿Cómo se atreve? David es un farsante…(cambia de estado de ánimo y se larga a llorar copiosamente) Me quiero morir, David me engaña.
Martín: No llore, usted es tan linda, tan, tan, hermosa, si llora se va a arruinar
Novia de David: (insinuante) Usted cree, le parece…¡Salga, mire las cosas que dice, a cuántas le dirá lo mismo, desgraciado! (Vuelve a llorar a los gritos)
El jefe: (Entra con un vaso y un frasco de pastillas) Aquí tengo su solución, estas píldoras son mágicas, tome una.
Novia de David: (Con desconfianza) ¿Está seguro?
Jefe: Absolutamente. (mira la hora) Caramba, qué tarde es, debo ver a un paciente, relájese señorita, la vida es bella. (mutis por el foro)
Novia de D.: (Toma el agua, Martín la observa, cuando apoya el vaso cambia de estado de ánimo, suspira, se pone de pie, se estira, como si se acabase de despertar) La vida es bella, muy bella, a quién le importa David, ¿Cuál es su nombre?
Martín: Llamame como quieras…
La ex novia de David: cucuruchito, dulce de leche, pochochito---
Martín: ¿Vamos a dar una vuelta y compartimos una taza de café?
Hacen mutis, mientras suben dos chicas al escenario y arman una confitería, suena música romántica, las chicas ponen dos manteles iguales y flores en cada mesita, lo hacen bailoteando, con movimientos similares.
Por un lateral ingresan David y Andrea por el otro Florencia y Martín, ocupan las mesas, no se registran.
Florencia: (Lo ve y se para) La vida está llena de sorpresas, miren quién está aquí
(Martín se da vuelta, ve a David, ambos se paran y se abrazan)
Las chicas se ven, se van a una punta del escenario y también se abrazan. Vuelve a sonar fuerte la música, se toman los cuatro del brazo y juntos dicen
¡Ay la primavera y el amor, el amor, todo lo soluciona el amor, el amor.
Se dan vuelta, caminan hacia el foro, TELÓN
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Escena II
Se pasea en bata por el escenario, llama a diferentes amigos pero ninguno parece estar en la casa.
Mujer: ¡Hola! ¿Cecilia? ¿Qué hacés esta noche? ¡Ahhhhhhhhhh, bueno, no, nada. No, no te preocupes, que no estoy sola te digo, ¿Programa? ¡Un programa bárbaro! ¡Qué sí mujer! Que te diviertas…
Marca otra vez.
Hola! ¿José María? ¿Qué hacés? ¡ Estás saliendo?! Vos siempre tan pasiandero, bueno, no, nada. No, no te preocupes, que no estoy sola te digo, ¿Programa? ¡Un programa bárbaro! ¡Qué sí, hombre! Que te diviertas…
Vuelve a marcar el teléfono esta vez visiblemente nerviosa. Habla sola
-¿Será posible? Todos los sábados lo mismo en esta gran ciudad, mucha gente, mucha gente, pero todos ocupados, al final es lo mismo que estar en una isla rodeada de tiburones, qué digo tiburones, de ostras, eso es de ostras solitarias y cerradas herméticamente. Mientras tanto busca en una agenda
-¡Silvita! Ella siempre está dispuesta, mi amiga del alma. Veamos, veamos…
¿Está Silvita? ¿No? Pero como…¿Qué se fue al campo? Pero..No me dijo nada, sí, sí, tiene razón, bueno, no, nada, después la llamo.
Mirando al público:
¡¿Y ahora qué hago?! A mí me agarra un ataque. Ya está, salto por la ventana, adiós mundo cruel…bueno, si salto me voy a desparramar toda, qué antiestético, mejor pastillas para dormir y muero como una diva, a lo Marilyn…Pero están las cosas todas tiradas, qué va a decir la gente, mejor acomodo un poco.
Limpia, ordena.
Bueno ahora me toca a mí, veamos.
Se peina, se maquilla, se quita la bata, debajo luce ropa sexy, se mira en un espejo grande, se contempla, sonrie.
-¡Perfecta! No, falta el perfume…
Se perfuma y rocía el ambiente.Saca de la cartera un frasco de pastillas, trae un vaso de agua. Mira al público.
-Con el estómago vacío me van a caer mal, mejor me pido una pizza.
Llama
-¿Hola Popeye? Sí quería una grande de muzza…y tres empanaditas de carne, y…un flancito…no, no, bueno dale una cervecita. Te das cuenta que sos una gorda, bueno, es mi última cena, qué tanto… voy a hacer una nota, mi nota póstuma, a dónde hay una lapicera, siempre lo mismo.
Busca sin desordenar, se pone más perfume.
Tocan el timbre. Se mira en el espejo, se vuelve a pintar la boca. Aparece un joven que trae el pedido, el joven trae la pizza en una mano y el casco de la moto en la otra.
Novia de David - ¿Está Martín?
Jefe: - No, no está
Novia de David: -Yo necesito... Estoy apurada, mejor dicho de ses pe ra da
Jefe: -Pero, señorita, no está
Novia de David: -¡Qué lío!
Jefe: -¿No quiere esperar?
Novia de David (Cada vez más nerviosa y molesta, se rasca, manifiesta una conducta extraña) -Es que es muy urgente..
Jefe (muy amable) Desearía hacer algo por usted, bueno, pase. Póngase cómoda.
Novia de David: (Entra y se acuesta en la sala de espera, el Jefe se sorprende. Se produce un silencio incómodo durante unos segundos, luego casi en un grito desesperada va a preguntar) -¿Va a tardar mucho?
Jefe (Algo molesto, la observa extrañado) -No sé.
Novia de David (Cada vez más molesta) -¿No tiene idea?
Jefe (que está perdiendo la paciencia) -¿de qué?
Novia de David (le habla como si el jefe fuese un tonto, como burlándose )-De cuándo va a venir. De cuando va a estar.
El jefe (ostensiblemente molesto) -¡Qué se yo!...Dentro de un rato.
Novia de David (Suplicante) -¿Mucho rato?
Jefe (Seco, cortante) -No tiene hora.
La novia de David (Sentándose) -Bueno, voy a esperar.
Jefe (Aliviado) - Es lo mejor que puede hacer.
Novia de David: (Otra vez desesperada) -¿y si no viene?
Jefe (tratando de tranquilizarla) No, venir, viene
Novia de David (Desconfiada) -¿seguro?
Jefe (Remarcando las palabras) -Seguro. Pero... que nerviosa esta’…
La novia de David (saca una foto de la cartera y la rompe en pedacitos) - Como para no estarlo.
Jefe: (Extrañado) -¿Es tan urgente?
Novia de David: ¡¡¡¡Urgentísimo!!!
Jefe: (Alegre y con grandes gestos)Ahí viene.
La novia de David (a Martín) ¿Usted es la persona que le salvó la vida a David?
Martín (orgulloso) Él mismo…
Novia de David: Explíqueme por qué lo hizo…
Martín (convencido) – Es parte de mi trabajo, usted ya sabe este es un centro de ayuda al suicida
Novia de David: (amenazante) ¿Cómo se atreve? David es un farsante…(cambia de estado de ánimo y se larga a llorar copiosamente) Me quiero morir, David me engaña.
Martín: No llore, usted es tan linda, tan, tan, hermosa, si llora se va a arruinar
Novia de David: (insinuante) Usted cree, le parece…¡Salga, mire las cosas que dice, a cuántas le dirá lo mismo, desgraciado! (Vuelve a llorar a los gritos)
El jefe: (Entra con un vaso y un frasco de pastillas) Aquí tengo su solución, estas píldoras son mágicas, tome una.
Novia de David: (Con desconfianza) ¿Está seguro?
Jefe: Absolutamente. (mira la hora) Caramba, qué tarde es, debo ver a un paciente, relájese señorita, la vida es bella. (mutis por el foro)
Novia de D.: (Toma el agua, Martín la observa, cuando apoya el vaso cambia de estado de ánimo, suspira, se pone de pie, se estira, como si se acabase de despertar) La vida es bella, muy bella, a quién le importa David, ¿Cuál es su nombre?
Martín: Llamame como quieras…
La ex novia de David: cucuruchito, dulce de leche, pochochito---
Martín: ¿Vamos a dar una vuelta y compartimos una taza de café?
Hacen mutis, mientras suben dos chicas al escenario y arman una confitería, suena música romántica, las chicas ponen dos manteles iguales y flores en cada mesita, lo hacen bailoteando, con movimientos similares.
Por un lateral ingresan David y Andrea por el otro Florencia y Martín, ocupan las mesas, no se registran.
Florencia: (Lo ve y se para) La vida está llena de sorpresas, miren quién está aquí
(Martín se da vuelta, ve a David, ambos se paran y se abrazan)
Las chicas se ven, se van a una punta del escenario y también se abrazan. Vuelve a sonar fuerte la música, se toman los cuatro del brazo y juntos dicen
¡Ay la primavera y el amor, el amor, todo lo soluciona el amor, el amor.
Se dan vuelta, caminan hacia el foro, TELÓN
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viernes, 13 de junio de 2008
CLASE TEÓRICO-PRÁCTICA
EL TELETEATRO COMO FENÓMENO COMUNICATIVO
La telenovela es uno de los productos más rentables de la TV latinoamericana.
Ahora bien, qué entendemos por telenovela. Se trata de un relato seriado, de matriz melodramática emitido en forma diaria o semanal. Su origen podemos rastrearlo en la Francia de la Revolución, tal vez porque fue entonces cuando el hombre subraya con más fuerza valores tales como la igualdad, la fraternidad, la lucha de clases, el bien contra el mal...
Peter Brooks opina que el melodrama propone el triunfo público de la virtud y para lograrlo recurre a hipérboles y antítesis grandiosas. Nuestra intención no es adentrarnos en minuciosas estrategias discursivas sobre la telenovela, no obstante creemos que resultaría interesante interiorizarnos acerca de cuáles son los elementos básicos que definen a este género.
Por un lado implica un espectáculo con amplio desarrollo de recursos técnicos; por otro, plantea de manera binaria, conflictos entre mundos opuestos: ricos /pobres - buenos/malos - leales/traidores - idealistas/materialistas, etc. Asimismo, no podemos olvidar la música: ingrediente indispensable que se ocupa de señalar los distintos climax. En cuanto a los personajes, se nos presentan también en duplas: villano/víctima; héroe/antihéroe. Todos ellos acompañados por el signo de una dudosa casualidad. El azar es capaz de lograr lo inimaginable... Así en los culebrones (como dirían los españoles ) desfilan madres solteras, huérfanos, hijos robados o perdidos quienes atraviesan cárceles, hospitales, mansiones y miserias hasta el final.
Familiarizados ya con este interesante fenómeno comunicativo, remitámonos al tema central de nuestra exposición: la telenovela latinoamericana.
Decíamos que es un producto sumamente rentable. En efecto, este género propicia fuertes ingresos provenientes de la publicidad y de los temas musicales, que trepan los raitings en todas las emisoras radiales, moviendo el mercado discográfico en cantidades industriales.
por supuesto no podemos meter todo en una misma bolsa. De hecho, no es igual una tira brasileña (en donde la impronta dramática es más atenuada) que una telenovela mejicana (absolutamente efectista). Mientras que los melodramas venezolanos intentan plantear siempre una intención didáctica, las novelas argentinas nos enfrentan a sus giros lingüísticos característicos , con mate y nostálgicos tangos e importantes reflexiones sobre la realidad política y social del momento. Lo cierto es que más allá de la postura de algún sector que niega rotundamente “ver esas cosas”, quien más quien menos en un momento del día o de la semana, se sienta a hacer “catarsis” frente al televisor, mientras sigue las vicisitudes de alguna pobre campesina, o jovencita contrariada que enfrenta al mundo sola y con entereza. Sin duda se trata de un interesante fenómeno que nos conmueve.¿Será porque a los humanos nos encantan las historias en donde triunfan las buenas intenciones ?. Como quiera que sea, las telenovelas constituyen la tercera parte de la programación televisiva mundial, siendo el género narrativo más popular en la Historia de la Humanidad, y claro está un excelente negocio para algunos.
ACTIVIDADES:
Discutan acerca de por qué la telenovela es un género tan popular y cuáles son sus valores estéticos e ideológicos.
Averigüen cuáles son las telenovelas que seproyectan actualmente en la TV y cuáles son sus principales temáticas. Cuáles están ubicadas en horario central (de 20 a 22).
• Efectúen una encuesta acerca del placer que el público obtiene de las novelas. Dividan a sus encuestados en cuatro grupos:
Televidentes incondicionales (no se pierden ni una telenovela)
“ asiduos (ven todos los cap. de una sóla telenovela.
“ no consecuentes (siguen una tira pero sin ver todos sus capítulos)
“ erráticos (ven indistintamente capítulos de diferentes novelas sin seguir ninguna en especial)
• Luego interroguen a c/encuestado con estas preguntas:
1. ¿Qué telenovelas mira?
2. ¿Por qué encuentra placer en ver telenovelas?
Ahora realicen un listado de las cuasas que despiertan el placer en cada grupo. Busquen coincidencias de respuestas, según las edades, la ocupación, el sexo.
3.Comenten el resultado en el plenario de la próxima clase de módulo completo. 4.Comparen estas conclusiones con las de la discusión que realizaron en clase al abrir este tema
5.Elaboren (en forma grupal)un artículo de opinión sobre “El teleteatro en la argentina y sus implicancias sociales.
IMPORTANTE: Adquieran en la fotocopiadora los apuntes correspondientes a la CRÓNICA COMO RELATO para aplicar en el práctico correspondiente a .............
Lic. Prof. Estela Quiroga
CLASE ABIERTA
Bajo el signo del cine por Estela Quiroga
Con el nacimiento del cine, a fines del XIX, se desarrolló una nueva forma de expresión artística, que cambió radicalmente la imaginación colectiva, alimentando sueños e ilusiones en los espectadores. El título de esta unidad lo hemos tomado de la “Historia social de la literatura y el arte” de A. Hausser, ya que coincidimos con este autor y compartimos su visión acerca de la enorme influencia que significó el séptimo arte para la humanidad.
Como ya dije en clase, el nacimiento del cine tiene una fecha y un lugar precisos: 28 de diciembre de 1895, en el salón Indien, en París, se llevó adelante la primera proyección a cargo de los hermanos Lumiere, a quienes se los considera los “inventores” de esta mágica técnica.
A partir del éxito inesperado de las primeras películas de los Lumiere, se inició y se desarrolló la conciencia de que el cine podía llegar a ser una enorme industria capaz de mover dinero y grandes intereses.
Los años que precedieron a la Primera Guerra significaron la afirmación del cine europeo, especialmente del francés, el danés, el italiano y el alemán.
Se abrieron salas que equipararon esta forma de entretenimiento al teatro, un espectáculo tradicional, así frente a la multiplicación de dichas salas se fue convirtiendo en un entretenimiento cada vez más popular. De más está decir que por aquel entonces el cine era mudo. No es nuestro objetivo hacer una historia del cine, sino más bien ofrecer una ligera mirada por las más importantes estéticas cinematográficas.
EL EXPRESIONISMO ALEMÁN
La devastación de la posguerra y la humillación de la derrota crearon en Alemania un clima de fuerte tensión social y política. El malestar y la inconformidad generalizados influenciaron profundamente al cine, que se manifestó bajo las formas del expresionismo. Estética que descendía de la forma pictórica homónima, al respecto les propongo que revisen los apuntes de movimientos culturales al respecto o que busquen en alguna enciclopedia en biblioteca dichas características y las anoten en sus carpetas.
Desde el punto de vista cinematográfico y en vista de la corriente mencionada, cabe señalar que la escenografía adquirió una enorme importancia sobre todo en su visión de geometría visual y de deformación de objetos y rostros, una de las obras maestras de este periodo es sin duda “EL GABINETE DEL DOCTOR CALIGARI (1919) del director Robert Wiene (1881-1938)
Desde el punto de vista argumental se trata de un psiquiatra loco que hipnotiza a un pacienteinduciéndolo a cometer delitos absolutamente crueles, los encuadres del film, de gran exquisitez visual, reflejan la mente retorcida y enferma del doctor. El guión pertenecía a Carl Mayer quien luego escribiría otras historias truculentas tales como “Nosferatu, el vampiro” y “La última carcajada” (1924). Lo importante es que de esta estética emergieron innovaciones técnicas fundamentales para el cine, por ejemplo el uso audaz del travelling, gracias a lo cual la cámara adquiriría una gran libertad, hasta lograr ciertos efectos utilizados aún hoy. Otro de los directores que deseamos mencionar dentro de esta expresión es Fritz Lang (1890 –1976) autor de “METRÓPOLIS” una obra visionaria ambientada en barriadas subterráneas de una megalópolis del siglo XXI.
Paralelamente, en esos años se desarrolló en Francia un movimiento de vanguardia que buscaba un lenguaje cinematográfico autónomo. En esta época nacieron los cineclubes, que estaban destinados a la proyección y al debate y crítica de los nuevos films. Intelectuales, poetas, pintores y músicos se reunían para discutir acerca del séptimo arte y poder analizar las posibilidades del nuevo medio expresivo, en sintonía con las artes visuales y literarias. El cine se apasionó en el intento de representar el monólogo interior y la memoria profunda del sujeto.
En 1928 el pintor Salvador Dalí y el entonces joven Luis Bunuel (1900- 1983)
Dirigieron “EL PERRO ANDALUZ” film que fue adoptado por el grupo surrealista como un estandarte por su alto contenido polémico y provocador.
Se les sugiere a los alumnos que lean y sinteticen el apunte sobre SURREALISMO.
Por otra parte vamos a abordar el cine ruso. Con la revolución de Octubre, el cine soviético vivió un período de gran fertilidad creativa, gracias a directores como Segei Eisenstein (1898- 1948) creador del film “El acorazado Potemkim” (1925) La base de este director, como ya dijimos en clase es el montaje, un montaje que se basa en los contrastes y que amplifica la fuerza emocional de la imagen.
El período de la resistencia armada, el fin de la segunda Guerra, el paso del fascismo al antifascismo determinaron en Italia una época de grandes cambios y de importantes reflexiones. Desde el punto de vista cultural sedelineó la exigencia de analizar la realidad objetivamente, dejando de lado todo tipo de manipulaciones, así nació el NEORREALISMO ITALIANO. La idea de esta estética era mostrar la realidad como a través de una ventana abierta, casi en forma documental, un lenguaje exento de hipocresía y cargado de un enorme compromiso social. Este tipo de cine marcó un cambio radical.
Tras una etapa de “adormecimiento” que se inició con la posguerra, el cine francés inició en la década del 50 una enorme renovación, así nace la estética denominada NOUVELLE VAGUE representada por las jóvenes generaciones de cineastas franceses: Truffaut, Chabrol, Godart, quienes se rebelaron contra la lógica del mercado, proponiendo producciones de bajo costo y teorizando desde la revista “Cahiers du cinema” que se ocupaba de la crítica y de un nuevo modo de concebir las potencialidades de la cámara, instrumento altamente sensible capaz de descubrir y develar la esencia íntima del hombre y la mujer y sus contradicciones. A los nuevos autores les gustaba describir el derrumbe de los valores burgueses y el extravío que esto ocasionaba, con un lenguaje limpio de artificios y capaz de seguir los recorridos mentales y existenciales de los protagonistas. Provocadores e inconformistas, experimentadores de nuevas posibilidades expresivas, estos autores tuvieron poéticas diferentes. Entre otros mencionaremos los siguientes films: “Los 400 golpes” de Truffaut (1959), “Fahreinheit 451” (1966) basada en la novela de ciencia ficción de Bradbury, que tal vez leyeron, “Hiroshima, mon amour” de Alain Resnais y “Los primos” de Chabrol (1959), otro film que nos gustaría mencionar es “El discreto encanto de la burguesía” de 1972, película en la que Bunuel indaga los vicios e hipocresías de esta clase social. Quisiéramos destacar la figura de Jean Lois Godart, nacido en 1930 vinculado a la militancia política del llamado mayo francés, cuya producción se vincula a la oposición entre la anarquía individual y una sociedad asaltada por la indiferencia y la violencia gratuita, por ejemplo “Sin aliento” de 1960 o “Weedkend” de 1967.
Finalmente nos ocuparemos del lenguaje de las cámaras. En efecto, la cámara propone una gramática muy exacta dividida en planos y campos. Así como el escritor escoge sus palabras, un director cinematográfico tiene códigos y criterios para componer sus imágenes. Se habla de cámara subjetiva cuando la toma se realiza como si fuese el ojo del protagonista.
Se habla de planos cuando el tipo de encuadre se refiere a la figura humana y a la parte de ella que aparece en el fotograma. En un plano americano el actor es tomado hasta las rodillas, en un plano medio hasta la cintura, un primer plano hasta el pecho, un primerísimo primer plano es solamente un detalle (close up)
Asimismo la cámara se mueve a través del traveling y la vista panorámica. Efectos distintos se consiguen con la llamada cámara en mano o steady cam.
Muchos son los géneros cinematográficos: desde el western norteamericano, pasando por los policiales, el thriller, el cine negro, la comedia, la comedia musical, la ciencia ficción, el cine hist´rico, los films bélicos, el cine testimonial, las superproducciones, el cine animado, las maravillas de la animación computarizada, el cine verdad, el documental científico, más allá de todas sus innovaciones es bueno recordar que el cine significa el primer intento de nuestra civilización individualista moderna de producir arte para la un público de masas.
jueves, 12 de junio de 2008
LA ISLA DESCONOCIDA
SEGURAMENTE LA MAYORÍA DE USTEDES ESTARÁ LEYENDO “ENSAYO SOBRE LA CEGUERA” DEL RENOMBRADO AUTOR JOSÉ SARAMAGO.
PARA LA CLASE DE HOY TENEMOS UNA PROPUESTA DE LECTURA.
LOS INVITAMOS A COMPARTIR ESTE CUENTO DEL MENCIONADO ESCRITOR
Un hombre llamó a la puerta del rey y le dijo, Dame un barco. La casa del rey tenía muchas más puertas, pero aquélla era la de las peticiones. Como el rey se pasaba todo el tiempo sentado ante la puerta de los obsequios (entiéndase: los obsequios que le ofrecían a él), cada vez que oía que alguien llamaba a la puerta de las peticiones se hacía el desentendido, y sólo cuando el continuo repiquetear de la aldaba de bronce subía a un tono, más que notorio, escandaloso, impidiendo el sosiego de los vecinos (las personas comenzaban a murmurar, Qué rey tenemos, que no atiende), daba orden al primer secretario para que fuera a ver lo que quería el impetrante, que no había manera de que se callara. Entonces, el primer secretario llamaba al segundo secretario, éste llamaba al tercero, que mandaba al primer ayudante, que a su vez mandaba al segundo, y así hasta llegar a la mujer de la limpieza, que, no teniendo en quien mandar, entreabría la puerta de las peticiones y preguntaba por el resquicio. Y tú, qué quieres. El suplicante decía a lo que venía, o sea, pedía lo que tenía que pedir, después se instalaba en un canto de la puerta, a la espera de que el requerimiento hiciese, de uno en uno, el camino contrario, hasta llegar al rey. Ocupado como siempre estaba con los obsequios, el rey demoraba la respuesta, y ya no era chica señal de atención al bienestar y felicidad del pueblo cuando pedía un informe fundamentado por escrito al primer secretario, que, excusado será decirlo, pasaba el encargo al segundo secretario, éste al tercero, sucesivamente, hasta llegar otra vez a la mujer de la limpieza, que opinaba sí o no de acuerdo con el humor con que se hubiera levantado.Sin embargo, en el caso del hombre que quería un barco, las cosas no ocurrieron así. Cuando la mujer de la limpieza le preguntó por el resquicio de la puerta, Y tú qué quieres, el hombre, en vez de pedir, como era la costumbre de todos, un título, una condecoración, o simplemente dinero, respondió, Quiero hablar con el rey, Ya sabes que el rey no puede venir, está en la puerta de los obsequios, respondió la mujer, Pues entonces ve y dile que no me iré de aquí hasta que él venga personalmente para saber lo que quiero, remató el hombre, y se tumbó todo lo largo que era en el rellano, tapándose con una manta porque hacía frío. Entrar y salir sólo pasándole por encima. Ahora bien, esto suponía un enorme problema, si tenemos en consideración que, de acuerdo con la pragmática de las puertas, sólo se puede atender a un suplicante de cada vez, de donde resulta que mientras haya alguien esperando una respuesta, ninguna otra persona podrá aproximarse para exponer sus necesidades o sus ambiciones. A primera vista, quien ganaba con este artículo del reglamento era el rey, puesto que al ser menos numerosa la gente que venía a incomodarlo con lamentos, más tiempo tenía, y más sosiego, para recibir, contemplar y guardar los obsequios. A segunda vista, sin embargo, el rey perdía, y mucho, porque las protestas públicas, al notarse que la respuesta tardaba más de lo que era justo, aumentaban gravemente el descontento social, lo que, a su vez, tenía inmediatas y negativas consecuencias en el flujo de obsequios.En el caso que estamos narrando, el resultado de la ponderación entre los beneficios y los perjuicios fue que el rey, al cabo de tres días, y en real persona, se acercó a la puerta de las peticiones (...) Abre la puerta, dijo el rey a la mujer de la limpieza, y ella preguntó, Toda o sólo un poco. El rey dudó durante un instante, verdaderamente no le gustaba mucho exponerse a los aires de la calle, pero después reflexionó que parecía mal, aparte de ser indigno de su majestad, hablar con un súbdito a través de una rendija, como si le tuviese miedo, sobre todo asistiendo al coloquio la mujer de la limpieza, que luego iría por ahí diciendo Dios sabe qué, De par en par, ordenó. El hombre que quería un barco se levantó del suelo cuando comenzó a oír los ruidos de los cerrojos, enrolló la manta y se puso a esperar. Estas señales de que finalmente alguien atendería y que por tanto el lugar pronto quedaría desocupado, hicieron aproximarse a la puerta a unos cuantos aspirantes a la liberalidad del trono que andaban por allí, prontos para asaltar el puesto apenas quedase vacío. La inopinada aparición del rey (nunca una tal cosa había sucedido desde que usaba corona en la cabeza) causó una sorpresa desmedida, no sólo a los dichos candidatos, sino también entre la vecindad que, atraída por el alborozo repentino, se asomó a las ventanas de las casas, en el otro lado de la calle.
La única persona que no se sorprendió fue el hombre que vino a pedir un barco. Calculaba él, y acertó en la previsión, que el rey, aunque tardase tres días, acabaría sintiendo la curiosidad de ver la cara de quien, nada más y nada menos, con notable atrevimiento, lo había mandado llamar. Dividido entre la curiosidad irreprimible y el desagrado de ver tantas personas juntas, el rey, con el peor de los modos, hizo tres preguntas seguidas, Tú qué quieres, Por qué no dijiste lo que querías, Te crees que no tengo más nada que hacer; pero el hombre sólo respondió a la primera pregunta, Dame un barco, dijo. El asombro dejó al Rey hasta tal punto desconcertado, que la mujer de la limpieza se vio obligada a acercarle una silla de enea, la misma en que ella se sentaba (...) Mal sentado, porque la silla de enea era mucho más baja que el trono, el rey buscaba la mejor manera de acomodar las piernas (...) Y tú para qué quieres un barco, si puede saberse, fue lo que el rey preguntó (...) Para buscar la isla desconocida, respondió el hombre, Qué isla desconocida, preguntó el rey, disimulando la risa, como si tuviese enfrente a un loco de atar, de los que tienen manías de navegaciones, a quien no sería bueno contrariar así de entrada, La isla desconocida, repitió el hombre, Hombre, ya no hay islas desconocidas, Quién te ha dicho, rey, que ya no hay islas desconocidas, Están todas en los mapas, En los mapas, están sólo las islas conocidas, Y qué isla desconocida es esa que tú buscas, Si te lo pudiese decir, entonces no sería desconocida, A quién has oído hablar de ella, preguntó el rey, ahora más serio, A nadie, En ese caso, por qué te empeñas en decir que ella existe, Simplemente porque es imposible que no exista una isla desconocida, Y has venido aquí para pedirme un barco, Sí, vine aquí para pedirte un barco, Y tú quién eres para que yo te lo dé, Y tú quién eres para no dármelo, Soy el rey de este reino y los barcos del reino me pertenecen todos, Más les pertenecerás tú a ellos que ellos a ti, Qué quieres decir, preguntó el rey inquieto, Que tú sin ellos eres nada, y que ellos, sin ti, pueden navegar siempre, Bajo mis órdenes, con mis pilotos y mis marineros, No te pido marineros ni piloto, sólo te pido un barco, Y esa isla desconocida, si la encuentras, será para mí, A ti, rey, sólo te interesan las islas conocidas, También me interesan las desconocidas, cuando dejan de serlo, Tal vez ésta no se deje conocer, Entonces no te doy el barco, Darás.Al oír esta palabra, pronunciada con tranquila firmeza, los aspirantes a la puerta de las peticiones, en quienes, minuto tras minuto, desde el principio de la conversación iba creciendo la impaciencia, más por librarse de él que por simpatía solidaria, resolvieron intervenir en favor del hombre que quería el barco, comenzando a gritar, Dale el barco, dale el barco. El rey abrió la boca para decirle a la mujer de la limpieza que llamara a la guardia de palacio para que estableciera inmediatamente el orden público e impusiera disciplina, pero, en ese momento, las vecinas que asistían a la escena desde las ventanas se unieron al coro con entusiasmo, gritando como los otros, Dale el barco, dale el barco. Ante tan ineludible manifestación de voluntad popular y preocupado con lo que, mientras tanto, habría perdido en la puerta de los obsequios, el rey levantó la mano derecha imponiendo silencio y dijo, Voy a darte un barco, pero la tripulación tendrás que conseguirla tú, mis marineros me son precisos para las islas conocidas. Los gritos de aplauso del público no dejaron que se percibiese el agradecimiento del hombre que vino a pedir un barco (...) Vas al muelle, preguntas por el capitán del puerto, le dices que te mando yo, y él que te dé el barco, llevas mi tarjeta. El hombre que iba a recibir un barco leyó la tarjeta de visita, donde decía Rey debajo del nombre del rey, y eran estas las palabras que él había escrito sobre el hombre de la mujer de la limpieza, Entrega al portador un barco, no es necesario que sea grande, pero que navegue bien y sea seguro (...)
Cuando el hombre levantó la cabeza, se supone que esta vez iría a agradecer la dádiva, el rey ya se había retirado, sólo estaba la mujer de la limpieza mirándolo con cara de circunstancias. El hombre bajó del peldaño de la puerta, señal de que los otros candidatos podían avanzar por fin, superfluo será explicar que la confusión fue indescriptible, todos queriendo llegar al sitio en primer lugar, pero con tan mala suerte que la puerta ya estaba cerrada otra vez. La aldaba de bronce volvió a llamar a la mujer de la limpieza, pero la mujer de la limpieza no está, dio la vuelta y salió con el cubo y la escoba por otra puerta, la de las decisiones, que apenas es usada, pero cuando lo es, es. Ahora sí, ahora se comprende el porqué de la cara de circunstancias con que la mujer de la limpieza había estado mirando, ya que, en ese preciso momento, tomó la decisión de seguir al hombre así que él se dirigiera al puerto para hacerse cargo del barco. Pensó que ya bastaba de una vida de limpiar y lavar palacios, que había llegado la hora de mudar de oficio, que lavar y limpiar barcos era su vocación verdadera, al menos en el mar el agua no le faltaría (...) Andando, andando, el hombre llegó al puerto, fue al muelle, preguntó por el capitán, y mientras venía, se puso a adivinar cuál sería, de entre los barcos que allí estaban, el que iría a ser suyo, grande ya sabía que no, la tarjeta de visita del rey era muy clara en este punto (...) Un poco apartada de allí, escondida detrás de unos bidones, la mujer de la limpieza pasó los ojos por los barcos atracados. Para mi gusto, aquél, pensó, aunque su opinión no contaba, ni siquiera había sido contratada, vamos a oír antes lo que dirá el capitán del puerto.
El capitán vino, leyó la tarjeta, miró al hombre de arriba abajo, y le hizo la pregunta que al rey no se le había ocurrido, Sabes navegar, tienes carné de navegación, a lo que el hombre respondió, Aprenderé en el mar. El capitán dijo, No te lo aconsejaría, capitán soy yo, y no me atrevo con cualquier barco, Dame entonces uno con el que pueda atreverme, no, uno de ésos no, dame un barco que yo respete y que pueda respetarme a mí, Ese lenguaje es de marinero, pero tú no eres marinero, Si tengo el lenguaje, es como si lo fuese. El capitán volvió a leer la tarjeta del rey, después preguntó, Puedes decirme para qué quieres el barco, Para ir en busca de la isla desconocida, Ya no hay islas desconocidas, Lo mismo me dijo el rey, Lo que él sabe de islas, lo aprendió conmigo, Es extraño que tú, siendo hombre de mar, me digas eso, que ya no hay islas desconocidas, hombre de tierra soy yo, y no ignoro que todas las islas, incluso las conocidas, son desconocidas mientras no desembarcamos en ellas, Pero tú, si bien entendí, vas a la búsqueda de una donde nadie haya desembarcado nunca, Lo sabré cuando llegue, Si llegas. Sí, a veces se naufraga en el camino, pero si tal me ocurre, deberás escribir en los anales del puerto que el punto a donde llegué fue ese, Quieres decir que llegar, se llega siempre, No serías quien eres si no lo supieses ya. El capitán del puerto dijo. Voy a a darte la embarcación que te conviene, Cuál, Es un barco con mucha experiencia, todavía del tiempo en que toda la gente andaba buscando islas desconocidas, Cuál, Creo que incluso encontró algunas, Cuál, Aquél. Así que la mujer de la limpieza percibió para donde apuntaba el capitán, salió corriendo de detrás de los bidones y gritó, Es mi barco, es mi barco, hay que perdonarle la insólita reivindicación de propiedad, a todo título abusiva, el barco era aquel que le había gustado, simplemente. Parece una carabela (...), después pasó por arreglos y adaptaciones que la modificaron un poco, Pero continúa siendo una carabela, Sí, en el conjunto conserva el antiguo aire, Y tiene mástiles y velas, Cuando se va en busca de islas desconocidas, es lo más recomendable. La mujer de la limpieza no se contuvo, Para mí no quiero otro, Quién eres tú, preguntó el hombre, No te acuerdas de mí, No tengo idea, Soy la mujer de la limpieza, Qué limpieza, La del palacio del rey, La que abría la puerta de las peticiones, No había otra, Y por qué no estás en el palacio del rey, limpiando y abriendo puertas, Porque las puertas que yo quería ya fueron abiertas y porque de hoy en adelante sólo limpiaré barcos. Entonces estás decidida a ir conmigo en busca de la isla desconocida, Salí del palacio por la puerta de las decisiones, Siendo así, ve para la carabela mira cómo está aquello después del tiempo pasado debe precisar de un buen lavado, y ten cuidado con las gaviotas, que no son de fiar, No quieres venir conmigo a conocer tu barco por dentro, Dijiste que era tuyo, Disculpa, fue sólo porque me gustó, Gustar es probablemente la mejor manera de tener, tener debe ser la peor manera de gustar. El capitán del puerto interrumpió la conversación, Tengo que entregar las llaves al dueño del barco, a uno o a otro, resuélvanse, a mí tanto me da, Los barcos tienen llave, preguntó el hombre, Para entrar, no, pero allí están las bodegas y los pañoles, y el camarote del comandante con el diario de a bordo, Ella que se encargue de todo, yo voy a reclutar la tripulación, dijo el hombre, y se apartó.
La mujer de la limpieza fue a la oficina del capitán para recoger las llaves, después entró en el barco, dos cosas le valieron, la escoba del palacio y el aviso contra las gaviotas, todavía no había acabado de atravesar la pasarela que unía la amurada al atracadero y ya las malvadas se precitaban sobre ella gritando, furiosas, con las fauces abiertas, como si la fueran a devorar allí mismo. No sabían con quién se enfrentaban. La mujer de la limpieza posó el cubo, se guardó las llaves en el seno, plantó bien los pies en la pasarela, y, remolineando la escoba como si fuese un espadón de los buenos tiempos, consiguió poner en desbandada a la cuadrilla asesina. Sólo cuando entró en el barco comprendió la ira de las gaviotas, había nidos por todas partes, muchos de ellos abandonados, otros todavía con huevos, y unos pocos con gaviotillas de pico abierto, a la espera de comida (...) Tiró al agua los nidos vacíos, los otros los dejó, luego veremos. Después se remangó las mangas y se puso a lavar la cubierta. Cuando acabó la dura tarea, abrió el pañol de las velas y procedió a un examen minucioso del estado de las costuras, ha pasado tanto tiempo sin ir al mar y sin haber soportado los estirones saludables del viento. Las velas son los músculos del barco, basta ver cómo se hinchan cuando se esfuerzan, pero, y eso mismo les sucede a los músculos, si no se les da uso regularmente, se aflojan, se ablandan, pierden nervio, Y las costuras son los nervios de las velas, pensó la mujer de la limpieza (...) Encontró deshilachadas algunas bastillas, pero se conformó con señalarlas (...) En cuanto a los otros pañoles, enseguida vio que estaban vacíos (...) Ya le enfadó, y mucho, la falta absoluta de municiones de boca en el pañol respectivo, no por ella, que estaba de sobra acostumbrada al mal rancho del palacio, sino por el hombre al que dieron este barco: no falta mucho para que el sol se ponga, y él aparecerá por ahí clamando que tiene hambre (...)
No merecía la pena preocuparse tanto. El sol acababa de sumirse en el océano cuando el hombre que tenía un barco surgió en el extremo del muelle. Traía un bulto en la mano, pero venía solo y cabizbajo. La mujer de la limpieza fue a esperarlo a la pasarela, pero antes de que abriera la boca para enterarse de cómo había transcurrido el resto del día, él dijo, Estate tranquila, traigo comida para los dos, Y los marineros, preguntó ella, Como puedes ver, no vino ninguno, Pero los dejaste apalabrados, al menos, volvió a preguntar ella, Me dijeron que ya no hay islas desconocidas, y que, incluso habiéndolas, no iban a dejar el sosiego de sus lares y la buena vida de los barcos de línea para meterse en aventuras oceánicas a la búsqueda de un imposible, como si todavía estuviéramos en el tiempo del mar tenebroso. Y tú qué les respondiste, Que el mar es siempre tenebroso, Y no les hablaste de la isla desconocida, Cómo podría hablarles de una isla desconocida, si no la conozco, Pero tienes la certeza de que existe, Tanta como de que el mar es tenebroso, En este momento, visto desde aquí, con las aguas color de jade y el cielo como un incendio, de tenebroso no le encuentro nada, Es una ilusión tuya, también las islas a veces parece que fluctúan sobre las aguas y no es verdad, Qué piensas hacer, si te falta una tripulación, Todavía no lo sé, Podríamos quedarnos a vivir aquí, yo me ofrecería para lavar los barcos que vienen al muelle, y tú, Y yo, Tendrás un oficio, una profesión, como ahora se dice, Tengo, tuve, tendré si fuera preciso, pero quiero encontrar la isla desconocida, quiero saber quién soy yo cuando esté en ella, No lo sabes, Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual (...) Dijo el hombre, Dejemos las filosofías para el filósofo del rey, que para eso le pagan, ahora vamos a comer, pero la mujer no estuvo de acuerdo. Primero tienes que ver tu barco, sólo lo conoces por fuera, Qué tal lo encontraste, Hay algunas costuras de las velas que necesitan refuerzo, Bajaste a la bodega, encontraste agua abierta, En el fondo hay alguna, mezclada con el lastre, pero eso me parece que es lo apropiado, le hace bien al barco, Cómo aprendiste esas cosas, Así, Así cómo, Como tú, cuando dijiste al capitán del puerto que aprenderías a navegar en la mar, Todavía no estamos en el mar, Pero ya estamos en el agua, Siempre tuve la idea de que para la navegación sólo hay dos maestros verdaderos, uno es el mar, el otro es el barco. Y el cielo, te olvidas del cielo, Sí, claro, el cielo, Los vientos, Las nubes, El cielo, Sí, el cielo.
En menos de un cuarto de hora habían acabado la vuelta por el barco: una carabela, incluso transformada, no da para grandes paseos. Es bonita, dijo el hombre, pero si no consigo tripulantes suficientes para la maniobra, tendré que ir a decirle al rey que ya no la quiero. Te desanimas a la primera contrariedad, La primera contrariedad fue esperar al rey tres días, y no desití. Si no encuentras marineros que quieran venir, ya nos las arreglaremos los dos, Estás loca, dos personas solas no serían capaces de gobernar un barco de éstos, yo tendría que estar siempre al timón, y tú, ni vale la pena explicarlo, es un disparate, Después veremos, ahora vamos a cenar (...) Es realmente bonita nuestra carabela, dijo la mujer, y enmendó enseguida. La tuya, tu carabela, Supongo que no será mía por mucho tiempo, Navegues o no navegues con ella, la carabela es tuya, te la dio el rey, Se la pedí para buscar una isla desconocida, Pero estas cosas no se hacen de un momento para otro, necesitan su tiempo, ya mi abuelo decía que quien va al mar se avía en tierra, y eso que él no era marinero, Sin marineros no podremos navegar, Eso ya lo has dicho, Y hay que abastecer el barco de las mil cosas necesarias para un viaje como éste que no se sabe dónde nos llevará, Evidentemente, y después tendremos que esperar a que sea la estación propia, y salir con marea buena, y que venga gente al puerto a desearnos buen viaje, Te estás riendo de mí, Nunca me reiría de quien me hizo salir por la puerta de las decisiones, Discúlpame, Y no volveré a pasar por ella, suceda lo que suceda. La luz de la luna inluminaba la cara de la mujer de la limpieza, Es bonita, realmente es bonita, pensó el hombre, y esta vez no se refería a la carabela. La mujer, ésa, no pensó nada, debía haberlo pensado todo durante aquellos tres días, cuando entreabría de vez en cuando la puerta para ver si aquél aún continuaba fuera, a la espera (...) La sirena de un paquebote que salía para el mar soltó un ronquido potente, como debieron ser los del leviatán, y la mujer dijo, Cuando sea nuestra vez, haremos menos ruido. A pesar de que estaban en el interior del muelle, el agua se onduló un poco al paso del paquebote, y el hombre me dijo, Pero nos balancearemos mucho más. Se rieron los dos, después se callaron, pasado un rato uno de ellos opinó que lo mejor sería irse a dormir, No es que yo tenga mucho sueño, y el otro concordó, Ni yo, después se callaron otra vez, la luna subió y continuó subiendo, a cierta altura la mujer dijo, Hay literas abajo, y el hombre dijo, Sí, y entonces fue cuando se levantaron y descendieron a la cubierta, ahí la mujer dijo, Hasta mañana, yo voy para este lado, y el hombre resondió, Y yo para éste, hasta mañana, no dijeron babor o estribor, probablemente porque todavía están practicando en las artes. La mujer volvió atrás, Me había olvidado, se sacó del bolsillo dos cabos de velas, Los encontré cuando limpiaba, pero no tengo cerillas, Yo tengo, dijo el hombre. Ella mantuvo las velas, una en cada mano, él encendió un fósforo, después, abrigando la llama bajo la cúpula de los dedos curvados, la llevó con todo el cuidado a los viejos pábilos, la luz prendió, creció lentamente como la de la luna, bañó la cara de la mujer de la limpieza, no sería necesario decir que él pensó, Es bonita, pero lo que ella pensó, sí, Se ve que sólo tiene ojos para la isla desconocida, he aquí como se equivocan las personas interpretando miradas, sobre todo al principio. Ella le entregó una vela, dijo, Hasta mañana, duerme bien, él quiso decir lo mismo de otra manera, Que tengas sueños felices, fue la frase que le salió dentro de nada, cuando esté abajo, acostado en su litera, se le ocurrirán otras frases, más espiritosas, sobre todo más insinuantes, como se espera que sean las de un hombre cuando está a solas con una mujer. Se preguntaba si ella dormiría, si habría tardado en entrar en el sueño, después imaginó que andaba buscándola y no la encontraba en ningún sitio, que estaban perdidos los dos en un barco enorme, el sueño es un prestidigitador hábil, muda las proporciones de las cosas y sus distancias, separa a las personas que están juntas, las reúne, y casi no se ven una a otra, la mujer duerme a pocos metros y él no sabe cómo alcanzarla, con lo fácil que es ir de babor a estribor.
Le había deseado buenos sueños, pero fue él quien se pasó toda la noche soñando. Soñó que su carabela nevegaba por alta mar, con las tres velas triangulares gloriosamente hinchadas, abriendo camino sobre las olas, mientras él manejaba la rueda del timón y la tripulación descansaba a la sombra. No entendía cómo estaban allí los marineros que en el puerto y en la ciudad se habían negado a embarcar con él para buscar la isla desconocida, probablemente se arrepintieron de la grosera ironía con que lo trataron. Veía animales esparcidos por la cubierta, patos, conejos, gallinas, lo habitual de la crianza doméstica (...), el viento dio una cabriola, la vela mayor se movió y ondeó, detrás estaba lo que antes no se veía, un grupo de mujeres que incluso sin contarlas se adivinaba que eran tantas cuantos los marineros, se ocupan de sus cosas de mujeres, todavía no ha llegado el tiempo de ocuparse de otras, está claro que esto sólo puede ser un sueño, en la vida real nunca se ha viajado así. El hombre del timón buscó con los ojos a la mujer de la limpieza y no la vio, Tal vez esté en la litera de estribor, descansando de la limpieza de la cubierta, pensó, pero fue un pensar fingido, porque bien sabe, aunque tampoco sepa cómo la sabe, que ella a última hora no quiso venir, que saltó para embarcadero, diciendo desde allí, Adiós, adiós, ya que sólo tienes ojos para la isla desconocida, me voy, y no era verdad, ahora mismo andan los ojos de él pretendiéndola y no la encuentran. En este momento se cubrió el cielo y comenzó a llover, y, habiendo llovido, comenzaron a brotar innumerables plantas de las filas de sacos de tierra alineados a lo largo de la amurada, no están allí porque se sospeche que no haya tierra bastante en la isla desconocida, sino porque así se ganará tiempo, el día que lleguemos sólo tendremos que transplantar los árboles frutales, sembrar los granos de las pequeñas cosechas que van madurando aquí, adornar los jardines con las flores que abrirán de estos capullos. El hombre del timón pregunta a los marineros que descansan en cubierta si avistan alguna isla desconocida, y ellos responden que no ven ni de unas ni de otras, pero que están pensando desembarcar en la primera tierra habitada que aparezca, siempre que haya un puerto donde fondear, una taberna donde beber y una cama donde folgar, que aquí no se puede, con toda esta gente junta. Y la isla desconocida, preguntó el hombre del timón, La isla desconocida es cosa inexistnte, no pasa de una idea de tu cabeza, los geógrafos del rey fuero a ver en los mapas y declararon que islas por conocer es algo que se acabó hace mucho tiempo, Debíais haberos quedado en la ciudad, en lugar de venir a entorpecerme la navegación, Andábamos buscando un lugar mejor para vivir y decidimos aprovechar tu viaje, No sois marineros, Nunca lo fuimos, Solo, no seré capaz de gobernar el barco, Haber pensado en eso antes de pedírselo al rey, el mar no enseña a navegar. Entonces el hombre del timón vio tierra a lo lejos y quiso pasar adelante, hacer cuenta que ella era el reflejo de una otra tierra, una imagen que hubiese venido del otro lado del mundo por el espacio, pero los hombres que nunca habían sido marineros protestaron, dijeron que era allí mismo donde querían desembarcar, Ésta es una isla del mapa, gritaron, te mataremos si no nos llevas. Entonces, por sí misma, la carabela viró la proa en dirección a tierra, entró en el puerto y se encostó a la muralla del embarcadero, Podeis iros, dijo el hombre del timón, acto seguido salieron en orden, primero las mujeres, después los hombres, pero no se fueron solos, se llevaron con ellos los patos, los conejos y la gallinas (...) El hombre del timón contempló la desbandada en silencio, no hizo nada para retener a quienes lo abandonaban, al menos le habían dejado los árboles, los trigos y las flores, con las trepadoras que se enrollaban a los mástiles y pendían de la amurada como festones. Debido al atropello de la salida se habían roto y derramado los sacos de tierra, de modo que la cubierta era como un campo labrado y sembrado, sólo falta que venga un poco más de lluvia para que sea un buen año agrícola. Desde que el viaje a la isla desconocida comenzó, no se ve al hombre del timón comer, debe ser porque está soñando, apenas soñando, y si en el sueño le apeteciese un trozo de pan o una manzana, sería un puro invento, nada más. Las raíces de los árboles están penetrando en el armazón del barco, no tardará mucho en que estas velas hinchadas dejen de ser necesarias, bastará que el viento sople en las copas y vaya encaminando la carabela a su destino.
Es un bosque que navega y se balancea sobre las olas, un bosque en donde, sin saberse cómo, comenzaron a cantar pájaros, debían de estar escondidos por ahí y de repente decidieron salir a la luz, tal vez porque la cosecha ya esté madura y sea la hora de la siega. Entonces el hombre fijó la rueda del timón y bajó al campo con la hoz en la mano, y, cuando había segado las primeras espigas, vio una sombra al lado de su sombra. Se despertó abrazado a la mujer de la limpieza, y ella a él, confundidos los cuerpos, confundidas las literas, que no se sabe si ésta es la de babor o la de estribor. Después, apenas el sol acabó de nacer, el hombre y la mujer fueron a pintar en la proa del barco, de un lado y de otro, en blancas letras, el nombre que todavía le faltaba a la carabela. Hacia la hora del mediodía, con la marea, La Isla Desconocida se hizo por fin a la mar, a la búsqueda de sí misma.
PARA LA CLASE DE HOY TENEMOS UNA PROPUESTA DE LECTURA.
LOS INVITAMOS A COMPARTIR ESTE CUENTO DEL MENCIONADO ESCRITOR
Un hombre llamó a la puerta del rey y le dijo, Dame un barco. La casa del rey tenía muchas más puertas, pero aquélla era la de las peticiones. Como el rey se pasaba todo el tiempo sentado ante la puerta de los obsequios (entiéndase: los obsequios que le ofrecían a él), cada vez que oía que alguien llamaba a la puerta de las peticiones se hacía el desentendido, y sólo cuando el continuo repiquetear de la aldaba de bronce subía a un tono, más que notorio, escandaloso, impidiendo el sosiego de los vecinos (las personas comenzaban a murmurar, Qué rey tenemos, que no atiende), daba orden al primer secretario para que fuera a ver lo que quería el impetrante, que no había manera de que se callara. Entonces, el primer secretario llamaba al segundo secretario, éste llamaba al tercero, que mandaba al primer ayudante, que a su vez mandaba al segundo, y así hasta llegar a la mujer de la limpieza, que, no teniendo en quien mandar, entreabría la puerta de las peticiones y preguntaba por el resquicio. Y tú, qué quieres. El suplicante decía a lo que venía, o sea, pedía lo que tenía que pedir, después se instalaba en un canto de la puerta, a la espera de que el requerimiento hiciese, de uno en uno, el camino contrario, hasta llegar al rey. Ocupado como siempre estaba con los obsequios, el rey demoraba la respuesta, y ya no era chica señal de atención al bienestar y felicidad del pueblo cuando pedía un informe fundamentado por escrito al primer secretario, que, excusado será decirlo, pasaba el encargo al segundo secretario, éste al tercero, sucesivamente, hasta llegar otra vez a la mujer de la limpieza, que opinaba sí o no de acuerdo con el humor con que se hubiera levantado.Sin embargo, en el caso del hombre que quería un barco, las cosas no ocurrieron así. Cuando la mujer de la limpieza le preguntó por el resquicio de la puerta, Y tú qué quieres, el hombre, en vez de pedir, como era la costumbre de todos, un título, una condecoración, o simplemente dinero, respondió, Quiero hablar con el rey, Ya sabes que el rey no puede venir, está en la puerta de los obsequios, respondió la mujer, Pues entonces ve y dile que no me iré de aquí hasta que él venga personalmente para saber lo que quiero, remató el hombre, y se tumbó todo lo largo que era en el rellano, tapándose con una manta porque hacía frío. Entrar y salir sólo pasándole por encima. Ahora bien, esto suponía un enorme problema, si tenemos en consideración que, de acuerdo con la pragmática de las puertas, sólo se puede atender a un suplicante de cada vez, de donde resulta que mientras haya alguien esperando una respuesta, ninguna otra persona podrá aproximarse para exponer sus necesidades o sus ambiciones. A primera vista, quien ganaba con este artículo del reglamento era el rey, puesto que al ser menos numerosa la gente que venía a incomodarlo con lamentos, más tiempo tenía, y más sosiego, para recibir, contemplar y guardar los obsequios. A segunda vista, sin embargo, el rey perdía, y mucho, porque las protestas públicas, al notarse que la respuesta tardaba más de lo que era justo, aumentaban gravemente el descontento social, lo que, a su vez, tenía inmediatas y negativas consecuencias en el flujo de obsequios.En el caso que estamos narrando, el resultado de la ponderación entre los beneficios y los perjuicios fue que el rey, al cabo de tres días, y en real persona, se acercó a la puerta de las peticiones (...) Abre la puerta, dijo el rey a la mujer de la limpieza, y ella preguntó, Toda o sólo un poco. El rey dudó durante un instante, verdaderamente no le gustaba mucho exponerse a los aires de la calle, pero después reflexionó que parecía mal, aparte de ser indigno de su majestad, hablar con un súbdito a través de una rendija, como si le tuviese miedo, sobre todo asistiendo al coloquio la mujer de la limpieza, que luego iría por ahí diciendo Dios sabe qué, De par en par, ordenó. El hombre que quería un barco se levantó del suelo cuando comenzó a oír los ruidos de los cerrojos, enrolló la manta y se puso a esperar. Estas señales de que finalmente alguien atendería y que por tanto el lugar pronto quedaría desocupado, hicieron aproximarse a la puerta a unos cuantos aspirantes a la liberalidad del trono que andaban por allí, prontos para asaltar el puesto apenas quedase vacío. La inopinada aparición del rey (nunca una tal cosa había sucedido desde que usaba corona en la cabeza) causó una sorpresa desmedida, no sólo a los dichos candidatos, sino también entre la vecindad que, atraída por el alborozo repentino, se asomó a las ventanas de las casas, en el otro lado de la calle.
La única persona que no se sorprendió fue el hombre que vino a pedir un barco. Calculaba él, y acertó en la previsión, que el rey, aunque tardase tres días, acabaría sintiendo la curiosidad de ver la cara de quien, nada más y nada menos, con notable atrevimiento, lo había mandado llamar. Dividido entre la curiosidad irreprimible y el desagrado de ver tantas personas juntas, el rey, con el peor de los modos, hizo tres preguntas seguidas, Tú qué quieres, Por qué no dijiste lo que querías, Te crees que no tengo más nada que hacer; pero el hombre sólo respondió a la primera pregunta, Dame un barco, dijo. El asombro dejó al Rey hasta tal punto desconcertado, que la mujer de la limpieza se vio obligada a acercarle una silla de enea, la misma en que ella se sentaba (...) Mal sentado, porque la silla de enea era mucho más baja que el trono, el rey buscaba la mejor manera de acomodar las piernas (...) Y tú para qué quieres un barco, si puede saberse, fue lo que el rey preguntó (...) Para buscar la isla desconocida, respondió el hombre, Qué isla desconocida, preguntó el rey, disimulando la risa, como si tuviese enfrente a un loco de atar, de los que tienen manías de navegaciones, a quien no sería bueno contrariar así de entrada, La isla desconocida, repitió el hombre, Hombre, ya no hay islas desconocidas, Quién te ha dicho, rey, que ya no hay islas desconocidas, Están todas en los mapas, En los mapas, están sólo las islas conocidas, Y qué isla desconocida es esa que tú buscas, Si te lo pudiese decir, entonces no sería desconocida, A quién has oído hablar de ella, preguntó el rey, ahora más serio, A nadie, En ese caso, por qué te empeñas en decir que ella existe, Simplemente porque es imposible que no exista una isla desconocida, Y has venido aquí para pedirme un barco, Sí, vine aquí para pedirte un barco, Y tú quién eres para que yo te lo dé, Y tú quién eres para no dármelo, Soy el rey de este reino y los barcos del reino me pertenecen todos, Más les pertenecerás tú a ellos que ellos a ti, Qué quieres decir, preguntó el rey inquieto, Que tú sin ellos eres nada, y que ellos, sin ti, pueden navegar siempre, Bajo mis órdenes, con mis pilotos y mis marineros, No te pido marineros ni piloto, sólo te pido un barco, Y esa isla desconocida, si la encuentras, será para mí, A ti, rey, sólo te interesan las islas conocidas, También me interesan las desconocidas, cuando dejan de serlo, Tal vez ésta no se deje conocer, Entonces no te doy el barco, Darás.Al oír esta palabra, pronunciada con tranquila firmeza, los aspirantes a la puerta de las peticiones, en quienes, minuto tras minuto, desde el principio de la conversación iba creciendo la impaciencia, más por librarse de él que por simpatía solidaria, resolvieron intervenir en favor del hombre que quería el barco, comenzando a gritar, Dale el barco, dale el barco. El rey abrió la boca para decirle a la mujer de la limpieza que llamara a la guardia de palacio para que estableciera inmediatamente el orden público e impusiera disciplina, pero, en ese momento, las vecinas que asistían a la escena desde las ventanas se unieron al coro con entusiasmo, gritando como los otros, Dale el barco, dale el barco. Ante tan ineludible manifestación de voluntad popular y preocupado con lo que, mientras tanto, habría perdido en la puerta de los obsequios, el rey levantó la mano derecha imponiendo silencio y dijo, Voy a darte un barco, pero la tripulación tendrás que conseguirla tú, mis marineros me son precisos para las islas conocidas. Los gritos de aplauso del público no dejaron que se percibiese el agradecimiento del hombre que vino a pedir un barco (...) Vas al muelle, preguntas por el capitán del puerto, le dices que te mando yo, y él que te dé el barco, llevas mi tarjeta. El hombre que iba a recibir un barco leyó la tarjeta de visita, donde decía Rey debajo del nombre del rey, y eran estas las palabras que él había escrito sobre el hombre de la mujer de la limpieza, Entrega al portador un barco, no es necesario que sea grande, pero que navegue bien y sea seguro (...)
Cuando el hombre levantó la cabeza, se supone que esta vez iría a agradecer la dádiva, el rey ya se había retirado, sólo estaba la mujer de la limpieza mirándolo con cara de circunstancias. El hombre bajó del peldaño de la puerta, señal de que los otros candidatos podían avanzar por fin, superfluo será explicar que la confusión fue indescriptible, todos queriendo llegar al sitio en primer lugar, pero con tan mala suerte que la puerta ya estaba cerrada otra vez. La aldaba de bronce volvió a llamar a la mujer de la limpieza, pero la mujer de la limpieza no está, dio la vuelta y salió con el cubo y la escoba por otra puerta, la de las decisiones, que apenas es usada, pero cuando lo es, es. Ahora sí, ahora se comprende el porqué de la cara de circunstancias con que la mujer de la limpieza había estado mirando, ya que, en ese preciso momento, tomó la decisión de seguir al hombre así que él se dirigiera al puerto para hacerse cargo del barco. Pensó que ya bastaba de una vida de limpiar y lavar palacios, que había llegado la hora de mudar de oficio, que lavar y limpiar barcos era su vocación verdadera, al menos en el mar el agua no le faltaría (...) Andando, andando, el hombre llegó al puerto, fue al muelle, preguntó por el capitán, y mientras venía, se puso a adivinar cuál sería, de entre los barcos que allí estaban, el que iría a ser suyo, grande ya sabía que no, la tarjeta de visita del rey era muy clara en este punto (...) Un poco apartada de allí, escondida detrás de unos bidones, la mujer de la limpieza pasó los ojos por los barcos atracados. Para mi gusto, aquél, pensó, aunque su opinión no contaba, ni siquiera había sido contratada, vamos a oír antes lo que dirá el capitán del puerto.
El capitán vino, leyó la tarjeta, miró al hombre de arriba abajo, y le hizo la pregunta que al rey no se le había ocurrido, Sabes navegar, tienes carné de navegación, a lo que el hombre respondió, Aprenderé en el mar. El capitán dijo, No te lo aconsejaría, capitán soy yo, y no me atrevo con cualquier barco, Dame entonces uno con el que pueda atreverme, no, uno de ésos no, dame un barco que yo respete y que pueda respetarme a mí, Ese lenguaje es de marinero, pero tú no eres marinero, Si tengo el lenguaje, es como si lo fuese. El capitán volvió a leer la tarjeta del rey, después preguntó, Puedes decirme para qué quieres el barco, Para ir en busca de la isla desconocida, Ya no hay islas desconocidas, Lo mismo me dijo el rey, Lo que él sabe de islas, lo aprendió conmigo, Es extraño que tú, siendo hombre de mar, me digas eso, que ya no hay islas desconocidas, hombre de tierra soy yo, y no ignoro que todas las islas, incluso las conocidas, son desconocidas mientras no desembarcamos en ellas, Pero tú, si bien entendí, vas a la búsqueda de una donde nadie haya desembarcado nunca, Lo sabré cuando llegue, Si llegas. Sí, a veces se naufraga en el camino, pero si tal me ocurre, deberás escribir en los anales del puerto que el punto a donde llegué fue ese, Quieres decir que llegar, se llega siempre, No serías quien eres si no lo supieses ya. El capitán del puerto dijo. Voy a a darte la embarcación que te conviene, Cuál, Es un barco con mucha experiencia, todavía del tiempo en que toda la gente andaba buscando islas desconocidas, Cuál, Creo que incluso encontró algunas, Cuál, Aquél. Así que la mujer de la limpieza percibió para donde apuntaba el capitán, salió corriendo de detrás de los bidones y gritó, Es mi barco, es mi barco, hay que perdonarle la insólita reivindicación de propiedad, a todo título abusiva, el barco era aquel que le había gustado, simplemente. Parece una carabela (...), después pasó por arreglos y adaptaciones que la modificaron un poco, Pero continúa siendo una carabela, Sí, en el conjunto conserva el antiguo aire, Y tiene mástiles y velas, Cuando se va en busca de islas desconocidas, es lo más recomendable. La mujer de la limpieza no se contuvo, Para mí no quiero otro, Quién eres tú, preguntó el hombre, No te acuerdas de mí, No tengo idea, Soy la mujer de la limpieza, Qué limpieza, La del palacio del rey, La que abría la puerta de las peticiones, No había otra, Y por qué no estás en el palacio del rey, limpiando y abriendo puertas, Porque las puertas que yo quería ya fueron abiertas y porque de hoy en adelante sólo limpiaré barcos. Entonces estás decidida a ir conmigo en busca de la isla desconocida, Salí del palacio por la puerta de las decisiones, Siendo así, ve para la carabela mira cómo está aquello después del tiempo pasado debe precisar de un buen lavado, y ten cuidado con las gaviotas, que no son de fiar, No quieres venir conmigo a conocer tu barco por dentro, Dijiste que era tuyo, Disculpa, fue sólo porque me gustó, Gustar es probablemente la mejor manera de tener, tener debe ser la peor manera de gustar. El capitán del puerto interrumpió la conversación, Tengo que entregar las llaves al dueño del barco, a uno o a otro, resuélvanse, a mí tanto me da, Los barcos tienen llave, preguntó el hombre, Para entrar, no, pero allí están las bodegas y los pañoles, y el camarote del comandante con el diario de a bordo, Ella que se encargue de todo, yo voy a reclutar la tripulación, dijo el hombre, y se apartó.
La mujer de la limpieza fue a la oficina del capitán para recoger las llaves, después entró en el barco, dos cosas le valieron, la escoba del palacio y el aviso contra las gaviotas, todavía no había acabado de atravesar la pasarela que unía la amurada al atracadero y ya las malvadas se precitaban sobre ella gritando, furiosas, con las fauces abiertas, como si la fueran a devorar allí mismo. No sabían con quién se enfrentaban. La mujer de la limpieza posó el cubo, se guardó las llaves en el seno, plantó bien los pies en la pasarela, y, remolineando la escoba como si fuese un espadón de los buenos tiempos, consiguió poner en desbandada a la cuadrilla asesina. Sólo cuando entró en el barco comprendió la ira de las gaviotas, había nidos por todas partes, muchos de ellos abandonados, otros todavía con huevos, y unos pocos con gaviotillas de pico abierto, a la espera de comida (...) Tiró al agua los nidos vacíos, los otros los dejó, luego veremos. Después se remangó las mangas y se puso a lavar la cubierta. Cuando acabó la dura tarea, abrió el pañol de las velas y procedió a un examen minucioso del estado de las costuras, ha pasado tanto tiempo sin ir al mar y sin haber soportado los estirones saludables del viento. Las velas son los músculos del barco, basta ver cómo se hinchan cuando se esfuerzan, pero, y eso mismo les sucede a los músculos, si no se les da uso regularmente, se aflojan, se ablandan, pierden nervio, Y las costuras son los nervios de las velas, pensó la mujer de la limpieza (...) Encontró deshilachadas algunas bastillas, pero se conformó con señalarlas (...) En cuanto a los otros pañoles, enseguida vio que estaban vacíos (...) Ya le enfadó, y mucho, la falta absoluta de municiones de boca en el pañol respectivo, no por ella, que estaba de sobra acostumbrada al mal rancho del palacio, sino por el hombre al que dieron este barco: no falta mucho para que el sol se ponga, y él aparecerá por ahí clamando que tiene hambre (...)
No merecía la pena preocuparse tanto. El sol acababa de sumirse en el océano cuando el hombre que tenía un barco surgió en el extremo del muelle. Traía un bulto en la mano, pero venía solo y cabizbajo. La mujer de la limpieza fue a esperarlo a la pasarela, pero antes de que abriera la boca para enterarse de cómo había transcurrido el resto del día, él dijo, Estate tranquila, traigo comida para los dos, Y los marineros, preguntó ella, Como puedes ver, no vino ninguno, Pero los dejaste apalabrados, al menos, volvió a preguntar ella, Me dijeron que ya no hay islas desconocidas, y que, incluso habiéndolas, no iban a dejar el sosiego de sus lares y la buena vida de los barcos de línea para meterse en aventuras oceánicas a la búsqueda de un imposible, como si todavía estuviéramos en el tiempo del mar tenebroso. Y tú qué les respondiste, Que el mar es siempre tenebroso, Y no les hablaste de la isla desconocida, Cómo podría hablarles de una isla desconocida, si no la conozco, Pero tienes la certeza de que existe, Tanta como de que el mar es tenebroso, En este momento, visto desde aquí, con las aguas color de jade y el cielo como un incendio, de tenebroso no le encuentro nada, Es una ilusión tuya, también las islas a veces parece que fluctúan sobre las aguas y no es verdad, Qué piensas hacer, si te falta una tripulación, Todavía no lo sé, Podríamos quedarnos a vivir aquí, yo me ofrecería para lavar los barcos que vienen al muelle, y tú, Y yo, Tendrás un oficio, una profesión, como ahora se dice, Tengo, tuve, tendré si fuera preciso, pero quiero encontrar la isla desconocida, quiero saber quién soy yo cuando esté en ella, No lo sabes, Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual (...) Dijo el hombre, Dejemos las filosofías para el filósofo del rey, que para eso le pagan, ahora vamos a comer, pero la mujer no estuvo de acuerdo. Primero tienes que ver tu barco, sólo lo conoces por fuera, Qué tal lo encontraste, Hay algunas costuras de las velas que necesitan refuerzo, Bajaste a la bodega, encontraste agua abierta, En el fondo hay alguna, mezclada con el lastre, pero eso me parece que es lo apropiado, le hace bien al barco, Cómo aprendiste esas cosas, Así, Así cómo, Como tú, cuando dijiste al capitán del puerto que aprenderías a navegar en la mar, Todavía no estamos en el mar, Pero ya estamos en el agua, Siempre tuve la idea de que para la navegación sólo hay dos maestros verdaderos, uno es el mar, el otro es el barco. Y el cielo, te olvidas del cielo, Sí, claro, el cielo, Los vientos, Las nubes, El cielo, Sí, el cielo.
En menos de un cuarto de hora habían acabado la vuelta por el barco: una carabela, incluso transformada, no da para grandes paseos. Es bonita, dijo el hombre, pero si no consigo tripulantes suficientes para la maniobra, tendré que ir a decirle al rey que ya no la quiero. Te desanimas a la primera contrariedad, La primera contrariedad fue esperar al rey tres días, y no desití. Si no encuentras marineros que quieran venir, ya nos las arreglaremos los dos, Estás loca, dos personas solas no serían capaces de gobernar un barco de éstos, yo tendría que estar siempre al timón, y tú, ni vale la pena explicarlo, es un disparate, Después veremos, ahora vamos a cenar (...) Es realmente bonita nuestra carabela, dijo la mujer, y enmendó enseguida. La tuya, tu carabela, Supongo que no será mía por mucho tiempo, Navegues o no navegues con ella, la carabela es tuya, te la dio el rey, Se la pedí para buscar una isla desconocida, Pero estas cosas no se hacen de un momento para otro, necesitan su tiempo, ya mi abuelo decía que quien va al mar se avía en tierra, y eso que él no era marinero, Sin marineros no podremos navegar, Eso ya lo has dicho, Y hay que abastecer el barco de las mil cosas necesarias para un viaje como éste que no se sabe dónde nos llevará, Evidentemente, y después tendremos que esperar a que sea la estación propia, y salir con marea buena, y que venga gente al puerto a desearnos buen viaje, Te estás riendo de mí, Nunca me reiría de quien me hizo salir por la puerta de las decisiones, Discúlpame, Y no volveré a pasar por ella, suceda lo que suceda. La luz de la luna inluminaba la cara de la mujer de la limpieza, Es bonita, realmente es bonita, pensó el hombre, y esta vez no se refería a la carabela. La mujer, ésa, no pensó nada, debía haberlo pensado todo durante aquellos tres días, cuando entreabría de vez en cuando la puerta para ver si aquél aún continuaba fuera, a la espera (...) La sirena de un paquebote que salía para el mar soltó un ronquido potente, como debieron ser los del leviatán, y la mujer dijo, Cuando sea nuestra vez, haremos menos ruido. A pesar de que estaban en el interior del muelle, el agua se onduló un poco al paso del paquebote, y el hombre me dijo, Pero nos balancearemos mucho más. Se rieron los dos, después se callaron, pasado un rato uno de ellos opinó que lo mejor sería irse a dormir, No es que yo tenga mucho sueño, y el otro concordó, Ni yo, después se callaron otra vez, la luna subió y continuó subiendo, a cierta altura la mujer dijo, Hay literas abajo, y el hombre dijo, Sí, y entonces fue cuando se levantaron y descendieron a la cubierta, ahí la mujer dijo, Hasta mañana, yo voy para este lado, y el hombre resondió, Y yo para éste, hasta mañana, no dijeron babor o estribor, probablemente porque todavía están practicando en las artes. La mujer volvió atrás, Me había olvidado, se sacó del bolsillo dos cabos de velas, Los encontré cuando limpiaba, pero no tengo cerillas, Yo tengo, dijo el hombre. Ella mantuvo las velas, una en cada mano, él encendió un fósforo, después, abrigando la llama bajo la cúpula de los dedos curvados, la llevó con todo el cuidado a los viejos pábilos, la luz prendió, creció lentamente como la de la luna, bañó la cara de la mujer de la limpieza, no sería necesario decir que él pensó, Es bonita, pero lo que ella pensó, sí, Se ve que sólo tiene ojos para la isla desconocida, he aquí como se equivocan las personas interpretando miradas, sobre todo al principio. Ella le entregó una vela, dijo, Hasta mañana, duerme bien, él quiso decir lo mismo de otra manera, Que tengas sueños felices, fue la frase que le salió dentro de nada, cuando esté abajo, acostado en su litera, se le ocurrirán otras frases, más espiritosas, sobre todo más insinuantes, como se espera que sean las de un hombre cuando está a solas con una mujer. Se preguntaba si ella dormiría, si habría tardado en entrar en el sueño, después imaginó que andaba buscándola y no la encontraba en ningún sitio, que estaban perdidos los dos en un barco enorme, el sueño es un prestidigitador hábil, muda las proporciones de las cosas y sus distancias, separa a las personas que están juntas, las reúne, y casi no se ven una a otra, la mujer duerme a pocos metros y él no sabe cómo alcanzarla, con lo fácil que es ir de babor a estribor.
Le había deseado buenos sueños, pero fue él quien se pasó toda la noche soñando. Soñó que su carabela nevegaba por alta mar, con las tres velas triangulares gloriosamente hinchadas, abriendo camino sobre las olas, mientras él manejaba la rueda del timón y la tripulación descansaba a la sombra. No entendía cómo estaban allí los marineros que en el puerto y en la ciudad se habían negado a embarcar con él para buscar la isla desconocida, probablemente se arrepintieron de la grosera ironía con que lo trataron. Veía animales esparcidos por la cubierta, patos, conejos, gallinas, lo habitual de la crianza doméstica (...), el viento dio una cabriola, la vela mayor se movió y ondeó, detrás estaba lo que antes no se veía, un grupo de mujeres que incluso sin contarlas se adivinaba que eran tantas cuantos los marineros, se ocupan de sus cosas de mujeres, todavía no ha llegado el tiempo de ocuparse de otras, está claro que esto sólo puede ser un sueño, en la vida real nunca se ha viajado así. El hombre del timón buscó con los ojos a la mujer de la limpieza y no la vio, Tal vez esté en la litera de estribor, descansando de la limpieza de la cubierta, pensó, pero fue un pensar fingido, porque bien sabe, aunque tampoco sepa cómo la sabe, que ella a última hora no quiso venir, que saltó para embarcadero, diciendo desde allí, Adiós, adiós, ya que sólo tienes ojos para la isla desconocida, me voy, y no era verdad, ahora mismo andan los ojos de él pretendiéndola y no la encuentran. En este momento se cubrió el cielo y comenzó a llover, y, habiendo llovido, comenzaron a brotar innumerables plantas de las filas de sacos de tierra alineados a lo largo de la amurada, no están allí porque se sospeche que no haya tierra bastante en la isla desconocida, sino porque así se ganará tiempo, el día que lleguemos sólo tendremos que transplantar los árboles frutales, sembrar los granos de las pequeñas cosechas que van madurando aquí, adornar los jardines con las flores que abrirán de estos capullos. El hombre del timón pregunta a los marineros que descansan en cubierta si avistan alguna isla desconocida, y ellos responden que no ven ni de unas ni de otras, pero que están pensando desembarcar en la primera tierra habitada que aparezca, siempre que haya un puerto donde fondear, una taberna donde beber y una cama donde folgar, que aquí no se puede, con toda esta gente junta. Y la isla desconocida, preguntó el hombre del timón, La isla desconocida es cosa inexistnte, no pasa de una idea de tu cabeza, los geógrafos del rey fuero a ver en los mapas y declararon que islas por conocer es algo que se acabó hace mucho tiempo, Debíais haberos quedado en la ciudad, en lugar de venir a entorpecerme la navegación, Andábamos buscando un lugar mejor para vivir y decidimos aprovechar tu viaje, No sois marineros, Nunca lo fuimos, Solo, no seré capaz de gobernar el barco, Haber pensado en eso antes de pedírselo al rey, el mar no enseña a navegar. Entonces el hombre del timón vio tierra a lo lejos y quiso pasar adelante, hacer cuenta que ella era el reflejo de una otra tierra, una imagen que hubiese venido del otro lado del mundo por el espacio, pero los hombres que nunca habían sido marineros protestaron, dijeron que era allí mismo donde querían desembarcar, Ésta es una isla del mapa, gritaron, te mataremos si no nos llevas. Entonces, por sí misma, la carabela viró la proa en dirección a tierra, entró en el puerto y se encostó a la muralla del embarcadero, Podeis iros, dijo el hombre del timón, acto seguido salieron en orden, primero las mujeres, después los hombres, pero no se fueron solos, se llevaron con ellos los patos, los conejos y la gallinas (...) El hombre del timón contempló la desbandada en silencio, no hizo nada para retener a quienes lo abandonaban, al menos le habían dejado los árboles, los trigos y las flores, con las trepadoras que se enrollaban a los mástiles y pendían de la amurada como festones. Debido al atropello de la salida se habían roto y derramado los sacos de tierra, de modo que la cubierta era como un campo labrado y sembrado, sólo falta que venga un poco más de lluvia para que sea un buen año agrícola. Desde que el viaje a la isla desconocida comenzó, no se ve al hombre del timón comer, debe ser porque está soñando, apenas soñando, y si en el sueño le apeteciese un trozo de pan o una manzana, sería un puro invento, nada más. Las raíces de los árboles están penetrando en el armazón del barco, no tardará mucho en que estas velas hinchadas dejen de ser necesarias, bastará que el viento sople en las copas y vaya encaminando la carabela a su destino.
Es un bosque que navega y se balancea sobre las olas, un bosque en donde, sin saberse cómo, comenzaron a cantar pájaros, debían de estar escondidos por ahí y de repente decidieron salir a la luz, tal vez porque la cosecha ya esté madura y sea la hora de la siega. Entonces el hombre fijó la rueda del timón y bajó al campo con la hoz en la mano, y, cuando había segado las primeras espigas, vio una sombra al lado de su sombra. Se despertó abrazado a la mujer de la limpieza, y ella a él, confundidos los cuerpos, confundidas las literas, que no se sabe si ésta es la de babor o la de estribor. Después, apenas el sol acabó de nacer, el hombre y la mujer fueron a pintar en la proa del barco, de un lado y de otro, en blancas letras, el nombre que todavía le faltaba a la carabela. Hacia la hora del mediodía, con la marea, La Isla Desconocida se hizo por fin a la mar, a la búsqueda de sí misma.
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