jueves, 24 de abril de 2008

LA ANGUSTIA EXISTENCIAL DEL SIGLO XX REFLEJADA EN LA LITERATURA ALEMANA




En el crepúsculo del siglo XIX se produjo en la vida espiritual del pueblo alemán, así como en toda Europa, una profunda crisis de conciencia. Alemania despide recibe los albores del nuevo siglo en medio de una notable situación económica estimulada por la fundación del Imperio, las consecuencias de esta nueva realidad no pasó desapercibida por la intelectualidad del momento, ya la literatura predominante a finales del XIX desnuda una tendencia a la resignación, al apartamiento de una evolución agitada y consagrada a la actividad y a la fraseología; los trabajos realizados por figuras como Keller, Raabe, Vischer, Fontane y Burckhardt ya mostraban una grave preocupación por el mantenimiento de un espíritu de justicia y sinceridad sencilla y ligada a los más caros valores espirituales. La autonomía del Estado, el capitalismo industrial, el pragmatismo económico y técnico, el nacionalismo agresivo, la rebelión de las masas, la adoración del reconocimiento social, el patetismo progresista, el baladí optimismo cultural de la ilustración positivista, la desahogada vulgaridad eran los síntomas que tenía que enfrentar los nobles del espíritu, los artistas consagrados a una vida dedicada a la sensibilidad humana.
Alemania parecía desmembrarse ante los espasmos de una convicción de vida, en donde el arte y la literatura pasaban a ser un lujo que sólo se destilaba en las reuniones de la burguesía que ya había abandonado las tradiciones para abrirle paso a la ideología del progreso cosificador y materialista. La existencia social sucumbe ante la presencia de una insalvable discordia cultural. Una nueva generación de escritores y artistas surge desde la encallecida voz de la protesta ante este estado de cosas para buscar un nuevo orden de la vida, que, a diferencia del tradicional y conocido realismo del siglo XIX, ofrezca una expresión fuerte a los problemas de la realidad. Una nueva generación que intentará suprimir la inobjetable contradicción entre el mundo de las ideas y el de los hechos, abriendo francamente la literatura a los problemas de la época. “Resultó difícil hallar el nuevo estilo, ya que los jóvenes revolucionarios se encontraban ahogados entre el grandilocuente orgullo victorioso y progresista de una nación que se sentía fuerte y escogida, y sobre ellos pesaba la herencia del osificado gusto burgués y convencional” (MARTINI. 1964:447)
Alemania parecía estar presenciando un nuevo Sturm und Drang1, centrado sobre la novela, el género que mejor respondió a este nuevo sentimiento que surgía desde el mismo corazón de sus hijos más queridos y que presentaba el mínimo de exigencias artísticas. Entre ese grupo de nuevos jóvenes se encuentran figuras como los hermanos Heinrich y Julius Hart, Conrad Alberti, Max Kretzer, Hermann Conradi. Sin embargo, los que lograrán alcanzar la universalización de la literatura alemana serán otros. Figuras como Gerhart Hauptmann, Stefan George, Robert Müsil, Hugo von Hofmannsthal, Thomas Mann, Hermann Hesse y Franz Kafka lograrán redimensionar la literatura germana, serán los fundadores de una escritura de la angustia del hombre del siglo XX.



El lobo estepario se construyó en una época de gran dispersión emocional y espiritual para Hesse, quien se acercaba a la cincuentena de años, curiosamente igual que el protagonista de la novela, e intentaba vivir una segunda adolescencia en los bares y suburbios de Zürich. Este doloroso documento significó la quiebra de Hesse con el discurso literario que lo había caracterizado hasta ese momento. Hesse, al igual que la generación a la cual pertenece, se dedicó a levantar su voz contra la forma burguesa de vida. Su pesimismo abrumado sacudido violentamente muchas veces por amargas crisis se cobijaba en la ensoñación romántica y en la literatura sapiencial.
La novela se acerca al expresionismo literario confeccionado por Franz Kafka desde sus atormentados libros, aunque incorporando aspectos propios de su formación filosófica.
“ El lobo estepario” es la historia del alma del hombre moderno, el hombre que se forma paralelamente a las guerras y al avance de la tecnología y el capitalismo. Denuncia, a través de Harry Haller, la dualidad del mundo, parte humana y parte bestia. Haller odia el cine, los periódicos y las nuevas obras de teatro, así como la música que se desborda en los bares y cabarets. Haller, así como el hombre contemporáneo, ve cómo su vida familiar queda desintegrada, los amigos pasan; queda punzantemente solo, como un lobo que cruza la estepa.
Hesse utiliza al lobo estepario para superar el pesimismo que se apoderó de él en la postguerra a través del humor y la ironía; el individuo no es más que un trazado, una estación en el largo camino que conduce al ser humano. En este sentido, puede decirse que la andadura de Harry Haller es la historia de una curación. Hesse describe los usos y costumbres de los locos años veinte, aunque señala los peligros que se avizoran detrás de esta ilusoria libertad que se bosteza en la sociedad. Detrás de todo esto se encuentran mostrando sus afilados dientes el fascismo y la guerra.