UN TEMA PARA EMPEZAR A PENSAR EN NUESTRO ROL EN J. MATERNAL. Laura Gutman, en un artículo reciente, nos propone pensar que en el Jardín Maternal atendemos a un “bebemamá”, o una “mamabebé”. La autora sostiene: “En nuestra cultura, tan acostumbrada a `ver´ sólo con los ojos, creemos que todo lo que hay para embargo… […] el bebé y su mamá siguen fusionados en el mundo emocional. Este recién nacido, salido de las entrañas físicas y espirituales de su madre, hace parte aún del entorno emocional en el que está sumergido. […] Por lo tanto, de ahora en más, en lugar de hablar del `bebé´, nos referiremos al `bebemamá´. Quiero decir que el bebé es en la medida en que está fusionado con su mamá. Y, para hablar de la `madre´, también sería más correcto, referirnos a la `mamabebé´, porque la mamá es en la medida en que permanece fusionada con su bebé.” (Gutman, 2001:78. Negritas en el original).
De manera que el lugar del “aprendiz” en el jardín maternal está ocupado no por un “alumno” -considerado con las características que hemos señalado-, ni tampoco por el “niño” -a secas-, sino por el bebé en fusión emocional con su mamá. La idea de “bebemamá” parece ser más adecuada para definir a nuestro sujeto de educación. De hecho, siempre señalamos que en Jardín Maternal, nuestra labor educativa va dirigida no solo al niño sino también a sus padres.
¿Cómo debería definirse al “conocimiento” de la relación pedagógica en el Jardín Maternal? Nuestros propósitos formativos en maternal se relacionan con la socialización del niño y su inserción en la cultura, con su desarrollo integral, con la constitución de su subjetividad, etc. De modo que los “conocimientos” que trasmitimos son los relativos a estos procesos. Aunque a veces aparezca la necesidad de otorgarle cierto estatus “escolar”, de referirse a disciplinas, conocimientos académicos… la realidad es que en el Jardín Maternal no enseñamos “materias” en el sentido en que lo hacen otros niveles educativos -lo que no significa que los conocimientos disciplinares de psicolingüística, de psicomotricidad, música, plástica, psicomatemáticas, etc. no sean de gran utilidad para pensar nuestras planificaciones y nos ayuden a comprender los avances que realizan o podrían realizar los niños-.
La problemática por definir el “contenido curricular” en Jardín Maternal aparece como consecuencia de su consideración como institución de carácter pedagógico, y no solo asistencial. Sin embargo, ello no debería implicar que los conocimientos que se transmiten deban definirse del mismo modo que se definen en la enseñanza escolar. Nuestra colega Valeria Feder (2001) llama la atención sobre este punto: “la recategorización como institución educativa pareciera traer aparejada la preocupación por los contenidos a enseñar, problemática didáctica que no hay que desmerecer, a pesar de que discusiones de este tipo den la impresión, a veces, de estar desligadas de la necesidad del niño pequeño
Sin dudas, en maternal se transmiten conocimientos, y es posible elaborarlos en un currículum, pero, ello no significa que el modo de construcción del contenido siga el mismo proceso que en otros niveles educativos. En el Jardín Maternal los “contenidos escolares” responden a una necesidad social, y no a una necesidad de la enseñanza; es decir, no es que primero se inventó la escuela y luego apareció la pregunta acerca de qué podría enseñarse en ella. El concepto de contenido escolar, tal como ha sido definido por la Didáctica, se refiere a conocimientos que requieren de la intervención institucional para ser aprendidos. Este no es el caso de los conocimientos de Jardín Maternal, por lo que la utilización de este concepto –más allá del término, que puede utilizarse una vez redefinido- resultaría poco adecuada.
Los conceptos nos ayudan a definir nuestra actividad. Considerar que enseñamos “contenidos curriculares”, según la definición elaborada para otros niveles educativos, puede estar en el origen de muchos malos-entendidos y conflictos entre padres y docentes en el Jardín Maternal. Vale la pena verlo a través de un ejemplo: un docente de EGB puede solicitar a los padres que no enseñen “regla de tres simple” a sus hijos tal como ellos lo saben, ya que en la escuela se utiliza un enfoque nuevo y la explicación de los padres podría obstaculizar la comprensión del niño (¿cuántos adultos no han tenido que aprender ciertas cosas de nuevo con sus hijos, para poder ayudarlos con las tareas?). En este caso, los padres aceptan la autoridad de la escuela en relación con el conocimiento “regla de tres simple” y delegan su enseñanza en el maestro. Sin embargo, no sucedería lo mismo si el docente de maternal solicitara a los padres que no enseñaran al niño, por ejemplo, lenguaje o hábitos de higiene. Lo absurdo del ejemplo nos muestra la inadecuación de la definición de “contenido escolar” elaborada para otros niveles del sistema.
Pero el ejemplo, además, pone de manifiesto claramente que en Jardín Maternal compartimos nuestros propósitos formativos con los padres, y que de hecho, tenemos que enseñar las mismas cosas. (Para ampliar leer e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Edu.)
viernes, 24 de febrero de 2012
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