domingo, 21 de marzo de 2010

Murió J.D. Salinger




Murió J.D. Salinger, uno de los más grandes escritores estadounidenses
16:13|Tenía 91 años y desde hace medio siglo vivía recluido en una cabaña en New Hampshire, nordeste de EE.UU. Su emblemática obra "El guardián entre el centeno" es un clásico de la literatura moderna.
Salinger, el guardián de los títulos que se bifurcan

El escritor estadounidense Jerome David Salinger murió hoy a los 91 años por causas naturales, según publicó el diario The New York Times tras recibir un comunicado del hijo del autor.

Salinger vivía aislado en una cabaña en New Hampshire tras consagrarse en 1951 con su primera novela corta: "El guardián entre el centeno" (también conocida como "El cazador oculto"). El libro fue un gran éxito y convirtió a Salinger en un "monstruo sagrado".

El libro cuenta la historia de un adolescente rebelde, ultrasensible, que debe enfrentar el feroz mundo de los adultos en la selva neoyorquina. Es, al fin, la pérdida de la inocencia, sólo que Holden Caufield busca un refugio en un extraño universo que linda con la locura, una huida ante una realidad que el muchacho considera intolerable.

"El guardián en el centeno" fue un éxito espectacular. Dos años más tarde, apareció "Nueve cuentos", y en 1961 "Franny y Zooey", un compilación de relatos cortos. La obra de Salinger "termina" con una colección de novelas cortas: Levantad, carpinteros, la viga del tejado , y Seymour: una introducción.

En realidad, lo último que se publicó de él fue Hapworth 16, 1924, un cuento que ocupó casi todo el número del 19 de junio de 1965 de "The New Yorker". Este cuento- recordó " The New York Times"- "nunca se publicó como libro y no se parece a nada de lo que escribió anteriormente Salinger. Hapworth es una carta, o más bien la transcripción de una carta, escrita a los apurones por Seymour Glass, a los 7 años, a sus padres. Lo más fascinante de este cuento es que la voz es insegura, ya que el pequeño Seymour alterna los tonos entre lo serio, ansioso, travieso y sarcástico.

Lo que hizo que los Glass y Seymour fuesen tan atractivos para Salinger, es que eran demasiado sensibles y excepcionales para este mundo, pero esto mismo los transformó en irritantes para muchos lectores. El problema de los Glass puede plantearse así: ¿cómo se hace arte para un público, o un establishment de la crítica, que es demasiado ignorante para entenderlo? Esta es la cuestión- concluye "The New York Times"- que ha llevado a Seymour a renunciar y, seguramente, la que ha inducido a Salinger a no querer publicar más".

Ante la publicación de este cuento, la mayoría de los críticos lo defenestró: "Es lo peor que escribió Salinger", podría ser la mejor síntesis de lo que escribieron. La periodista y escritora Joyce Maynard, amante de Salinger cuando ella tenía 19 años y él ya superaba los 50, cuenta en su libro "Mi verdad" sobre el enojo que los críticos le producían a Salinger.

En el 2000, su hija Margaret publicó "El guardián de los sueños", un libro de "confesiones" en donde afirmaba que su padre bebía su propia orina, rara vez tenía relaciones sexuales con su madre, y ella era mantenida como una "prisionera virtual" en su casa, ya que su padre se negaba a permitirle que viera a parientes y amigos. Dos visiones negativas de este hombre alto y delgado, devoto del budismo zen y de una dieta alimentaria que sólo incluía frutas, hortalizas y nueces. Esto es lo que dice su ex amante, claro. Desde principios de los ochenta, Salinger no dio más entrevistas. Su misantropía se agudizó con los años.



¡¿QUÉ ES LA LITERATURA?!

TAL VEZ UNA INTERESANTE MANERA DE PENSAR LA LITERATURA, EL QUEHACER DEL ESCRITOR Y DEL LECTOR SEA LEER ESTE TEXTO. POR LO TANTO TE INVITAMOS A QUE LO HAGAS REFLEXIONANDO EN CADA PALABRA…

Albert Camus, el insigne laureado del Premio Nobel que noblemente encarna los ideales, deberes y anhelos de las juventudes libres del mundo entero, envió muy generosamente al doctor Eduardo Santos el texto del discurso que pronunciara al recibir el Premio Nobel. EL TIEMPO tiene así el honor altísimo de publicarlo por primera vez en lengua castellana. Lo que es este discurso —todo un altísimo programa para los escritores dignos de serlo— lo dirán nuestros lectores. El honra para siempre nuestras columnas.
(Tomado de El Tiempo de Bogotá, Enero 5 de 1.958 y reproducido en “El Comercio” de Quito, Enero 12 del mismo año)


Al recibir la distinción con que vuestra libre Academia ha querido honrarme, mi gratitud es tanto más profunda cuanto que yo mido hasta qué punto esa recompensa excede mis méritos personales.

Todo hombre, y con mayor razón todo artista, desea que se reconozca lo que él es o quiere ser. Yo también lo deseo. Pero al conocer vuestra decisión me fue imposible no comparar su resonancia con lo que realmente soy. ¿Cómo un hombre, casi joven todavía, rico sólo de sus dudas, con una obra apenas en desarrollo, habituado a ‘vivir en la soledad del trabajo o en el retiro de la amistad, podría recibir, sin cierta especie de pánico, un galardón que le coloca de pronto, y solo, en plena luz? ¿Con qué estado de espíritu podía recibir ese honor a tiempo que, en tantas partes, otros escritores, algunos entre los más grandes, están reducidos al silencio y cuando, al mismo tiempo, su tierra natal conocer incesantes desdichas?

Sinceramente he sentido esa inquietud, y ese malestar. Para recobrar mi paz interior me ha sido necesario ponerme a tono con un destino harto generoso. Y como era imposible igualarme a él con el solo apoyo de mis méritos, no he hallado nada mejor, para ayudarme, que lo que me ha sostenido a lo largo de mi vida y en las circunstancias más opuestas: la idea que me he forjado de mi arte y de la misión del escritor. Permitidme, aunque sólo sea en prueba de reconocimiento y amistad, que os diga, con la sencillez que me sea posible, cuál es esa idea.

Personalmente, no puedo vivir sin mi arte. Pero jamás he puesto ese arte por encima de toda otra cosa. Por el contrario, si él me es necesario es porque no me separa de nadie, y me permite vivir, tal como soy, al nivel de todos. A mi ver, el arte no es una diversión solitaria. Es un medio de emocionar al mayor número de hombres, ofreciéndoles una imagen privilegiada de dolores y alegrías comunes. Obliga, pues, al artista a no aislarse; le somete a la verdad, a la más humilde y más universal. Y aquellos que muchas veces han elegido su destino de artistas porque se sentían distintos, aprenden pronto que no podrán nutrir su arte ni su diferencia más que confesando su semejanza con todos.

El artista se forja en ese perpetuo ir y venir de sí mismo, a los demás, equidistante entre la belleza, sin la cual no puede vivir, y la comunidad, de la cual no puede desprenderse. Por eso, los verdadero artistas no desdeñan nada; se obligan a comprender en vez de juzgar. Y si han de tomar un partido en este mundo, sólo puede ser de una sociedad en la que, según la gran frase de Nietzsche, no ha de reinar el juez sino el creador, sea trabajador o intelectual.
Por lo mismo el papel de escritor es inseparable de difíciles deberes. Por la definición no puede ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren. Si no lo hiciera, quedaría solo, privado hasta de su arte. Todos los ejércitos de la tiranía, con sus millones de hombres, no le arrancarán de la soledad, aunque consienta en acomodarse a su paso y, sobre todo, si en ello consiente. Pero el silencio de un prisionero desconocido, abandonado a las humillaciones en el otro extremo del mundo basta para sacar al escritor de su soledad, cada vez, al menos, que logra, en medio de los privilegios de su libertad, no olvidar ese silencio, y trata de recogerlo y reemplazarlo, para hacerlo valer mediante todos los recurso del arte.

Ninguno de nosotros es lo bastante grande para semejante vocación. Pero en todas las circunstancias de su vida, obscuro o provisionalmente célebre, aherrojado por la tiranía o libre poder expresarse, el escritor puede encontrar el sentimiento de una comunidad viva, que le justificará sólo a condición de que acepte, tanto como pueda, las dos tareas que constituyen la grandeza de su oficio: el servicio de la verdad, y el servicio de la libertad. Y pues su vocación es agrupar el mayor número posible de hombres, no puede acomodarse a la servidumbre que, donde reina, hace proliferar las soledades. Cualesquiera que sean nuestras flaquezas personales, la nobleza de nuestro oficio arraigará siempre en dos imperativos difíciles de mantener: la negativa a mentir respecto de lo que se sabe y la resistencia a la opresión.

Durante más de veinte años de una historia demencial, perdido sin recurso, como todos los hombres de mi edad, en las convulsiones del tiempo, sólo me ha sostenido el sentimiento hondo de que escribir es hoy un honor, porque ese acto obliga, y obliga a algo más que a escribir. Me obligaba, especialmente, tal como yo era y con arreglo a mis fuerzas, a compartir, con todos los que vivían mi misma historia, la desventura y la esperanza. Esos hombres nacidos al comienzo de la primera guerra mundial, que tenían veinte años a tiempo de instaurarse, a la vez, el poder hitleriano y los primeros procesos revolucionarios, Y que para completar su educación se vieron enfrentados luego a la guerra de España, la segunda guerra mundial, el universo de los campos de concentración, la Europa de la tortura y de las prisiones, se ven hoy obligados a orientar sus hijos y sus obras en un mundo amenazado de destrucción nuclear. Supongo que nadie pretenderá pedirles que sean optimistas. Hasta llego a pensar que debemos ser comprensivos, sin dejar de luchar contra ellos, con el error de los que, por un exceso de desesperación han reivindicado el derecho al deshonor y se han lanzado a los nihilismos de la época. Pero sucede que la mayoría de entre nosotros, en mi país y en el mundo entero, han rechazado el nihilismo y se consagran a la conquista de una legitimidad.

Les ha sido preciso forjarse un arte de vivir para tiempos catastróficos, a fin de nacer una segunda vez y luchar luego, a cara descubierta, contra el instinto de muerte que se agita en nuestra historia.

Indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sábe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida —en la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos, y las ideologías extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden hoy destruirlo todo, no saben convencer; en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresión—, esa generación ha debido, en si misma y a su alrededor, restaurar, partiendo de amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir. Ante un mundo amenazado de desintegración, en el que nuestros grandes inquisidores arriesgan establecer para siempre el imperio de la muerte, sabe que debería, en una especie de carrera loca contra el tiempo, restaurar entre las naciones una paz que no sea la de servidumbre, reconciliar de nuevo el trabajo y la cultura, y reconstruir con todos los hombres una nueva Arca de la alianza.
No es seguro que esta generación pueda al fin cumplir esa labor inmensa, pero lo cierto sí es que, por doquier en el mundo, tiene ya hecha, y la mantiene, su doble apuesta en favor de la verdad y de la libertad y que, llegado el momento, sabe morir sin odio por ella. Es esta generación la que debe ser saludada y alentada dondequiera que se halle y, sobre todo, donde se sacrifica. En ella, seguro de vuestra profunda aprobación, quisiera yo declinar hoy el honor que acabais de hacerme.

Al mismo tiempo, después de expresar la nobleza del oficio de escribir, querría yo situar al escritor en su verdadero lugar, sin otros títulos que los que comparte con sus compañeros, de lucha, vulnerable pero tenaz, injusto pero apasionado de justicia, realizando su obra sin vergüenza ni orgullo, a la vista de todos; atento siempre al dolor y a la belleza; consagrado en fin, a sacar de su ser complejo las creaciones que intenta levantar, obstinadamente, entre el movimiento destructor de la historia.

¿Quién, después de eso, podrá esperar que él presente soluciones ya hechas, y bellas lecciones de moral? La verdad es misteriosa, huidiza, y siempre hay que tratar de conquistarla. La libertad es peligrosa, tan dura de vivir, como exaltante. Debemos avanzar hacia esos dos fines, penosa pero resueltamente, descontando por anticipado nuestros desfallecimientos a lo largo de tan dilatado camino. ¿Qué escritor osaría, en conciencia, proclamarse orgulloso apóstol de virtud? En cuanto a mi, necesito decir una vez más que no soy nada de eso. Jamás he podido renunciar a la luz, a la dicha de ser, a la vida libre en que he crecido. Pero aunque esa nostalgia explique muchos de mis errores y de mis faltas, indudablemente ella me ha ayudado a comprender mejor mi oficio y también a mantenerme, decididamente, al lado de todos esos hombres silenciosos, que no soportan en el mundo la vida que les toca vivir más que por el recuerdo de breves y libres momentos de felicidad, y por la esperanza de volverlos a vivir.

Reducido así a lo que realmente soy, a mis verdaderos limites, a mis dudas y también a mi fe difícil, me siento más libre para destacar, al concluir, la magnitud y generosidad de la distinción que acabais de hacerme. Más libre también para deciros que quisiera recibirla como homenaje rendido a todos los que, participando el mismo combate, no han recibido privilegio alguno y si, en cambio, han conocido desgracias y persecuciones. Solo me resta daros las gracias, desde el fondo de mi corazón, y haceros públicamente, en prenda de personal gratitud, la misma y vieja promesa de fidelidad que cada verdadero artista se hace a si mismo, silenciosamente, todos los días.

Traducción de José Ballester-Gozalvo, para EL TIEMPO



PROYECTO 2
Prof. Lic. Estela Quiroga
PARA LEER Y DEBATIR
Junto a tu grupo de trabajo deberás leer este documento, discutirlo y sacar conclusiones por escrito que después cada grupo va a exponer en un plenario.

“Sin ánimo de convertir el desarrollo del tema, en una reflexión filosófica, es necesario señalar que todo quehacer humano, que tiene como principio y destino al hombre, debe comenzar por el planteo antropológico. Eludir este cuestionamiento, lo aparta de conocer los fundamentos y como consecuencia no sabe ni el por qué ni el para qué de su acción.
Los temas que nos convocan, salud y sentido, son fenómenos típicamente humanos, debemos por consiguiente contestarnos antes de iniciar cualquier reflexión por el sujeto y objeto de la acción: el hombre.
Existen diferentes ideas acerca de lo que es el hombre, pero únicamente aquella que lo distingue de los demás seres y que exalta su peculiar dignidad ontológica, es la importante. Está idea, está sintetizada en la aseveración: el hombre es persona.
¿Qué es ser persona? Según Sto. Tomás, persona significa lo más perfecto que hay en toda naturaleza. De ahí, su valor por encima de todo lo existente. Ser persona significa fundamentalmente poseer espíritu y por ende libertad. Esa unidad que es la persona hace que lo material lo biológico, lo instintivo y todo aquello presente en el hombre, participe de esa dignidad que le es propia.
Al definirse al hombre como "persona humana" aludimos a su real pertenencia al mundo del espíritu y al universo material. En esa complejidad humana, integrada en la unidad persona, yacen las posibilidades de realización, de perfeccionamiento, de humanización. Ser hombre, dice V. Frankl, no reside en los hechos, sino en las posibilidades y agrega ser hombre no significa solamente ser otro, sino también poder ser otro. Esas posibilidades de ser otro, se cristalizan, en la captación y realización de valores, en la donación, entrega y compromiso como afirmación de la libertad y responsabilidad que le supone el ser persona.
Esas posibilidades, singulares y únicas, habitan desde el nacimiento en estado potencial y el hombre puede o no desarrollarlas en virtud de la autonomía y libertad que le son propias. Así podrá pensar y concretar a lo largo de la existencia su proyecto personal, ejercer la responsabilidad de sus acciones, autodeterminarse, es decir elegir –como señala Jaspers- aquel que quiere ser. Elige aquel que quiere ser, desde esa unidad y complejidad que es la persona, en donde habita el pluralismo dinámico de impulsos deseos, tendencias y también sus facultades y proyectos.
Preservar esa unidad, es luchar por preservar la salud. La salud, está signada por la unidad, en cambio la enfermedad está signada por la división. Salud es unidad, armonía, orden de impulsos, creencias, sentimientos, pensamientos, orden establecido en torno a un eje de valores objetivos, asumidos como tales desde la propia subjetividad.
Von Gebsattel expresa la salud es un trabajo constante, defensa victoriosa pero sin pausa, de las posibilidades constructivas de la vida, frente a su limitación, su hundimiento, su descomposición o, finalmente su supresión parcial o total, tanto en sus funciones elementales de la progresión vital como en los círculos funcionales superiores de la vida humana, del alma y del espíritu.
Cualquiera podría confirmar, con su propia experiencia, que salud es sinónimo de unidad y armonía. Cuando nos sentimos más plenos, es cuando vivenciamos la armonía de sentimientos, pensamientos y acciones. En cambio el desgarro, la desarmonía, el vivir divididos, el desorden, son aterradoras vivencias que nos produce la enfermedad y que nos conducen a la pérdida de sentido.
De lo expuesto, podríamos ya resaltar con claridad, que toda visión del hombre que participe, de algún tipo de reduccionismo, es en sí misma patógena, ya que de alguna manera, proviene y promueve la división quebrando así la unidad de la persona. Por el contrario, es marcadamente profiláctica, toda visión que sea unitiva e integradora, de todas las dimensiones del hombre. De aquí, el carácter de promotora de salud que encierra la Logoterapia de Viktor Frankl.
Esta idea fue explicitada por el maestro en su libro Logoterapia y Análisis Existencial en las siguientes palabras:."Hoy día es especialmente actual el peligro psicohigiénico del hombre originado por el nihilismo vivido".
La persona asoma al mundo, a través de su realidad corpórea y adopta distintas formas de aparecer. Estos modos de aparecer en el mundo, no siempre revelan la tan anhelada salud y armonía, sino por el contrario a veces manifiestan desorden, desequilibrio y otras tantas, severas patologías de personalidad. Estos desajustes conforman hoy, una larga lista de inquietantes problemas para la sociedad contemporánea: droga, suicidio, violencia intolerancia, discriminación, trastornos de la alimentación, entre otros, son conductas que, cotidianamente aumentan en muchos países del mundo y crecen a pasos agigantados en los países que componen el Continente Americano. A esto, debemos agregarle las consideradas hoy enfermedades de la gran urbe: cardiopatías, úlceras, accidentes etc.
Sin haber llegado, a padecer ninguna de las patologías mencionadas, cualquier persona sana, que observe la vida con mediana profundidad, se siente hoy afectada por el desamparo y desasosiego, por la incesante llegada desde todos los ámbitos de la cultura de mensajes patógenos, en los que se advierte el desconcierto y la confusión social en que vivimos.
Estamos asistiendo, a una sociedad, que día a día vive el derrumbe de la afectividad y creatividad, la ruptura de las tradiciones (hecho señalado con frecuencia por Viktor Frankl), y unido a esto la pérdida de los valores objetivos.
El sociólogo estadounidense Robert King Merton, ya en l938 en su teoría de la armonía, señalaba con gran sabiduría el desequilibrio que se generaba entre los objetivos que proporcionan ciertas culturas y los medios sociales necesarios para lograr esos objetivos. Esta situación, advirtió, hace que la persona vivencie carencias marcadas a nivel individual, y que con gran frecuencia cubra las carencias, con algunas de las substancias adictivas.
Esta situación de violencia cultural, destruye la mirada hacia adentro, impidiendo al hombre que alimente su mundo interior con lo real y verdadero, provocando un estado de anemia interno, de mediocridad, de pérdida de su libertad; propicio caldo de cultivo para que desarrolle perturbaciones individuales y por consiguiente alimente las patologías sociales, dando lugar al desarrollo de lo que :Frankl denominó "Neurosis de masa". Esta está caracterizada por cuatro síntomas: 1) actitud provisional ante la existencia, 2) actitud fatalista ante la vida, 3) forma de pensar colectivista, 4) fanatismo.
Ante ésta realidad, surge necesariamente las preguntas: ¿qué podemos hacer? ¿cuál es la misión que debemos cumplir aquellos que estamos ocupados por el ser y el acontecer del hombre? Realmente ¿somos verdaderos agentes de salud? ¿Velamos por una comunidad sana? Lo que sería igual a decir ¿velamos por el crecimiento de hombres libres, dueños de sí mismo y responsables de sus acciones?
Si entendemos que agente, según la definición de la Real Academia Española de la Lengua, es aquella persona o cosa que provoca un efecto sobre otro, es indiscutible que agente ya sea de salud o enfermedad somos casi todos; pero aquellos que por nuestro quehacer diario estamos más expuestos socialmente, somos los primeros que debemos cuidar la salud para cumplir responsablemente con la misión de ser verdaderos agentes de salud. Nadie puede brindar aquello que aún no tiene. Es necesario que tengamos bien en claro que también "nosotros" y no sólo "los otros", padecemos los males que hoy nos aquejan.
En la mayoría de los países, se habla de la crisis en la educación o del fracaso del modelo educativo, y de las malas campañas de prevención de salud como los causantes de los desordenes mencionados. Así se suceden planes de salud y de estudio, transformaciones técnicas, cambios metodológicos, provocando muchas veces mayor desconcierto en la familia y en la sociedad toda, ya que según conclusiones estadísticas, estos cambios no produjeron disminución de los males. A esta realidad se suma el excitante y peligroso momento histórico que atraviesa el mundo, cuando la decisión entre la aniquilación y la paz se encuentra en duda en muchos puntos del planeta, y el mundo se encuentra dividido en titánicas luchas entre fuerzas contrapuestas que, basados en la bondad de sus doctrinas, idolatran sus ideas, prometiendo él optimo desarrollo de las sociedades y la eterna felicidad del ser humano.
Ante tal realidad y compartiendo la idea de que la educación es un proceso de personalización, que ser persona significa unidad y que unidad significa salud
devienen las preguntas esenciales que hemos obviado en esos cambios
¿Qué es educar? , ¿Para qué educamos?. La necesidad de la respuesta surge inexorablemente marcando el apremio de ocuparse por lo importante.
Randy Sparkman, tecnócrata estadounidense contemporáneo, ensaya una respuesta: Educar –dice- es ayudar a nuestros niños a alcanzar su máximo potencial, no solo como seres económicos sino, fundamentalmente como seres humanos", y agrega: aunque hayamos ocupado con tecnología cada resquicio de nuestras vidas, la naturaleza esencial del hombre ha cambiado poco. Seguimos siendo seres motivados por los desafíos, discutidores, sociables, orientados hacia el trabajo dispuestos a tomar riesgos, regidos por el espíritu. Agrega: la tecnología evoluciona permanentemente mientras la naturaleza humana cambia tan lentamente que, parece perenne, la ironía de la era digital es que serán las habilidades "básicas", no las fundadas en la tecnología, las que permitan progresar a las personas.(1)
A estas habilidades básicas Sparkman las llama dones y aclara que estos dones no son construidos, comprados o cedidos, sino que son dados y alimentados por la transferencia de una actitud, de una disposición, de un rasgo que pasa de generación en generación y que se diferencia a menudo de los productos obtenidos por múltiples entrenamientos.
Agrega Sparkman: esta apuesta por las habilidades básicas, no es una simple apelación nostálgica a regresar al pasado. Esta sugestión se basa en el conocimiento de que, a medida que las máquinas digitales se insinúan cada vez más en nuestras vidas, serán las habilidades específicamente humanas, aquellas en las que las computadoras fracasan las que nos permitirán manejar nuestra tecnología y emplearla siempre que permita agregar valor y no confusión a nuestra existencia(2). La invitación de Sparkman, es una exhortación a no caer en el absurdo de la despersonalización, por la absolutización de la tecnología, sino que la tecnología sea incorporada a una formación más humana e integral. En síntesis que el avance tecnológico sea un medio que beneficie el desarrollo del proceso educativo y no el fin de la educación.
Juan Mantovani, filósofo de la educación, define a la educación como el tránsito en el individuo, de una infraestructura vital a una superestructura espiritual en la que se captan y realizan valores.
Cuando el proceso educativo se asimila a la adquisición de aprendizajes que no tienen por finalidad promover el tránsito a la superestructura espiritual estamos cerca de cumplir con aquel propósito de Watson, cuando afirmaba: "Denme una docena de niños sanos y bien formados y el entorno que yo determine para educarlos y me comprometo a escoger uno de ellos al azar y entrenarlo para llegar a ser especialista del tipo que sea médico, abogado, artista, hombre de negocios y, si, hasta mendigo o ladrón."(3) Sin duda se puede lograr ese objetivo pero, un hombre así tratado, es un hombre al que se lo ha degradado, deshumanizado, convertido en lo que Frankl denominó "homúnculo". Un hombre convertido en dócil objeto de manipulación. Habrá adquirido el dominio de destrezas y habilidades pero, no se ha tenido en cuenta que esas adquisiciones deben estar al servicio de colmar una profunda necesidad, que es la sed de dar sentido a su existencia, de desarrollar un proyecto de vida, de descubrir e incorporar valores, como el necesario camino a la felicidad.
El hombre que no ha satisfecho, esa sed de sentido y realización es muy posible que navegue por la vida pero, muy fácilmente se ignore perdiéndose a sí mismo e ingrese en las listas de personas que padecen algunas de las patologías de la época. En síntesis será un hombre enfermo.
A propósito de esto escribió Federico Mayor Zaragoza, director de la UNESCO.
"Educar no es solamente inculcar saberes es despertar ese inmenso potencial de creación que anida en cada uno de nosotros a fin de que podamos desarrollarnos y contribuir mejor a la vida en sociedad. Por eso lo que más falta hace hoy en día, lo que reclaman, de nosotros de manera más o menos explícitas los jóvenes, en particular, los adolescentes que concluyen sus estudios secundarios son referencias, una brújula, una carta de navegar. Urge que les proporcionemos esa orientaciones so pena de enfrentarnos con grandes trastornos sociales y tenemos que hacerlo lo antes posible si no queremos que nuestros nietos murmuren refiriéndose a nosotros esa frase terrible de Albert Camus: " Pudiendo hacer tanto, se atrevieron a hacer tan poco " (4).
Las palabras de Zaragoza, tocan muy de cerca y surge una nueva pregunta, ¿qué responsabilidad nos cabe para que las palabras de Camus no se tornen realidad?.
Jain Etcheverry, médico argentino, señala con acierto: el fracaso en la educación es ante todo, el fracaso de un modelo cultural y de un sistema de valores que, si bien ensalzan las virtudes de la educación y el conocimiento, erigen como ejemplos de vida y de conducta justamente los modelos opuestos. Agrega los niños y jóvenes quizás no comprendan lo que leen en los libros, pero comprenden muy bien lo que leen en la sociedad:
Seguramente, el apartarnos de los planteos esenciales, hizo que nos quedáramos en el cumplimiento a medias, del verbo "Educar". Educar, significa sacar, extraer, pero, también es guiar y acompañar, hacia el logro de un mayor perfeccionamiento... Es imposible, plantearse la posibilidad de acompañar y guiar sin una reflexión profunda acerca de los valores.
Acompañar y guiar, supone la activación de la dimensión dialogal afectiva e íntersubjetiva de la persona, que por estar estrechamente ligada a la problemática de los valores, constituye uno de los aspectos que más puede ayudar a la superación de la crisis educativa, y con ello a la prevención de alguno de los males que nos aquejan. A modo de síntesis de lo expresado cabe señalar lo que considera Allers como meta de la educación, dice: la educación debe tener como meta "el establecimiento de un ajuste entre la actitud subjetiva ante los valores y la validez objetiva de los valores, y la realización completa de todas las posibilidades positivas que se encuentran dentro de la propia persona".
Los valores, esas realidades capaces de despertar el interés vital de la persona o de estimular su perfeccionamiento, son descubiertos por el hombre en el mundo que el mismo habita.
La intencionalidad cognitiva y la intención valorativa, interactúan conjuntamente, emergiendo ambas del fondo mismo de la persona, y es en el encuentro con el otro, en el ámbito de la ínter subjetividad, donde el valor resplandece y aparece en su verdadera magnitud.
Lo más vivo de la vida del yo se plenifica sólo en el encuentro con el otro, sólo hay persona si hay referencia a otra persona.
Es el primer encuentro, la relación madre –hijo, la referencia originaria de la existencia del encuentro con el otro. Sólo en el encuentro con los demás, con el mundo y con la cultura, es comprensible la vida del hombre. En su relación con el otro, el hombre teje indisociablemente los dos aspectos de su relación con el mundo: el conocimiento racional y la comunicación afectiva.
Expresa Längle: la vivencia del valor comienza con la aseveración: yo existo y tu existes y nos encontramos. No hay vivencia del valor, en ausencia de tal relación. La vida humana. es esencialmente relacional.
Algunos de los modos, de la dimensión dialogal, se inscriben en la relación padre -hijo, docente-alumno, terapeuta-paciente. Esta relación, para ser tal, debe estar signada por la apertura, el diálogo y el encuentro de intimidades que, se entregan en mutua donación. Sólo en la medida que padres, docentes y terapeutas, entre otros, construyamos una personalidad sana, es en la medida que éste encuentro será un potencial de salud para ambos.
Veamos desde la perspectiva de la logoterapia que supone una personalidad sana, para esto nos remitimos a los conceptos vertidos por el Dr. G. Acevedo en su libro "El modo humano de enfermar". Quien escribe que la salud supone:
- Sentido de vida, en un plan de vida incluido en un proyecto familiar y social,
- Posibilidad de escribir la propia historia vital en la propia familia, el trabajo y la comunidad.
- Posibilidad de expresar lo –no dicho- en el diálogo y la reflexión.
- Posibilidad de sentirse querido y de querer, privilegiando el encuentro con el otro.
- Posibilidad de transformar y de transformarse.
- Posibilidad de comprometerse, de participar y de sentirse participando.
- Posibilidad de establecer vínculos afectivos y solidarios y de convivir.
Sin duda, una personalidad así configurada, denota salud en la unidad y puede promover salud a los otros hombres; saliendo de él mismo y sin dejar de ser uno mismo.
Solo, en el espacio de comunicación viva y existencial entre personas, es posible transmitir salud. Sólo este encuentro es el que permite y da valor al acto educativo.
Escribió V. Frankl en su libro "El hombre doliente": la única posibilidad de que la humanidad sobreviva es la del encuentro de todos los pueblos en una tarea común.
Hoy hay en el mundo –según datos vertidos el 28/4/00 por la UNESCO y UNICEF en el Foro Mundial de Educación – 880 millones de adultos analfabetos y 113 millones de niños sin escolaridad.
¡Que el encuentro de todos los pueblos sea en la tarea de educar cumpliendo la misión de humanizar, con la esperanza de lograr la tan ansiada salud y transformación del mundo de la vida!. Entonces sí podremos decir: ¡hemos cumplido la misión de ser verdaderos agentes de salud! “
BIBLIOGRAFIA
Acevedo, Jerónimo. El Modo Humano de Enfermar. Editorial Fundación Argentina de Logoterapia "Viktor Frankl", 1994.
Bernabé Tierno, Antonio. Master en educación Editorial Temas de hoy, Madrid, 1993.
Jain Etcheverry, Guillermo. La tragedia educativa. Editorial Fondo de Cultura Económica Bs. As., 1999.
Frankl, Viktor. Psicoanálisis y existencialismo, Editorial Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 1991
Fankl, Viktor. El hombre doliente. Editorial Herder, Madrid, 1994.
Frankl, Viktor. Logoterapia y análisis existencial. Editorial Herder, Madrid, 1994.
Leocata, Francisco. La vida como experiencia del valor. Centro de Estudios Salesianos, Bs. As., 1991.
Landaboure, Noemí Boado. De la relación pedagógica como encuentro existencial. Revista Logo Nº 24 Bs. As., 1997.
CITAS
Jain Etcheverry. "La tragedia educativa " pág. 151.
Jain Etcheverry. op cit 152.
Bernabé Tierno. Master en educación" pág. 25.
Jain Etcheverry. op cit pág 200.

APRENDER EN LA WEB: PROYECTO 2





PROYECTO 2
TIEMPO DE DISCUSIÓN Y REFLEXIÓN
Lean atentamente este artículo. Discutan con sus compañeros de trabajo acerca del contenido del mismo. Luego escriban un artículo (de tipo argumentativo ) a partir de la hipótesis planteada por Sandra Russo .Lean el texto de Sandra Barilari y relacionen ambos
La zona gris


Por Sandra Russo
A una chica de Zona Norte las compañeras le pegaron porque era muy linda. Vaya razones, criaturas. Están pasando algunas cosas raras con las púberes, de las que conviene tomar nota. Hay explotando una nueva sexualidad adolescente, que incluye la ambientación mental del porno. Un amplio sector de las niñas de vidas amables se da permisos insólitos. Pero tratándose de un giro de época, marcado a fuego por el mercado, habría que preguntarse o invitarlas a preguntarse si esos permisos se los toman, o si se sienten obligadas a tomárselos, para estar a tono unas con otras, y así sucesivamente.
Los estudios de algún remoto instituto de sexualidad norteamericano, si uno se tomara el trabajo de buscarlos, seguramente tendrán alguna estadística sobre adolescentes peteras o algún trabajo sobre la incidencia del pete en la satisfacción con la que algunos varones de hoy sobrellevan las relaciones estables. (El solo y simple hecho de que a la fellatio se le pase a decir “pete” implica necesariamente la domesticación de lo exótico: ese mismo movimiento vuelve trivial lo excitante. Por una fellatio un varón tenía que esperar. Hoy, la cultura popular indica que un “pete” no se le niega a nadie. Si hay onda, se entiende.)
La revista Cosmopolitan, biblia de nuevos usos y costumbres que en general suelen ser siempre los mismos, filtraba sin embargo en octubre del año pasado otra nueva escena de la sexualidad adolescente. Cosmo lo titulaba “Un nuevo tipo de violación”.
El fenómeno pertenece al mismo reino que las peteras, los cócteles de alcohol y tranquilizantes, los boliches donde se admite sexo en los sillones, el valor en alza de la puta sobre el de la chica new romantic, los sitios porno dedicados exclusivamente a adolescentes borrachas. La nota habla de “una zona gris”, un límite borroneado entre la relación sexual ocasional consentida y la relación forzada.
En rigor, de lo que está hablando es de un límite borroneado, no por el varón de la escena, sino por el alcohol que tomó la chica, y que no le permite recordar exactamente si pasó o cómo pasó. Uno de los sueltos de la nota informa que “tres de cada cuatro de las víctimas están borrachas cuando ocurre el ataque”.
Es interesante el planteo de si esto constituye o no una nueva forma de violación. Todos recordamos a la joven y fumada Jodie Foster en aquel bar de la película, coqueteando en la máquina de música. Y experimentamos el sentimiento asqueante de aquella violación múltiple, una escena que tuvo por víctima a la chica que no por fumar ni coquetear indujo a nadie. Pero no se trata de una historia así, en singular. Se trata más bien de una tendencia a depositar en “la zona gris” las decisiones, las elecciones, las convicciones que debe hacer una mujer en cada etapa de su vida. Se trata de estar conscientemente (esto es: públicamente) a favor o en contra de determinadas actitudes, pero sin necesidad de sostener lo que se cree, porque a “la zona gris” se llega después de la pastilla, las gotas, los tragos, en fin, se llega vulnerable. Y sobre todo, ya institucionalizada, codificada, descripta, a “la zona gris” se llega queriendo desentenderse de la responsabilidad sobre el propio cuerpo.







Esos cuerpos que solemos olvidar nos acompañarán toda la vida y más allá de ella... Esos cuerpos que alojan emociones, capturan sentires y reproducen comportamientos.
Esos cuerpos que nos hablan o guardan un silencio muchas veces doloroso...
Esos cuerpos que se ponen en movimiento o se repliegan por la pena y la desesperanza...
Esos cuerpos que saben de la historia, del amor y el desamor...
Esos cuerpos que trasladan huellas de placer y displacer...
Esos cuerpos que denuncian o clausuran, que dejan atrás para seguir andando....
Esos cuerpos que se esconden por miedo o por no saber miedo a qué....
Esos cuerpos que nos devuelven el ayer, nos trasladan por hoy y nos muestran el cambio de mañana...
Podemos saber que tenemos un cuerpo, que es nuestro territorio, podemos sentir que es nuestro, podemos saber que ha sido tomado, podemos asirlo nuevamente y recuperar el control perdido.
Podemos, sólo tenemos que atrevernos.


Sandra Barilari